Beatriz Pelaz, mejor joven investigadora para la Real Sociedad Española de Química. La palentina arrasa con un proyecto que podría suponer un antes y un después en el tratamiento de algunas enfermedades.
Un reconocimiento a toda una trayectoria científica que, como si de una carrera de fondo se tratase, culmina con el premio a mejor joven investigadora en la modalidad Líder de Grupo. No es el final sino solo el principio de lo que Beatriz Pelaz puede llegar a conseguir. Natural de Palencia, comenzó su andadura como química en la Universidad de Valladolid, una etapa que le permitió adquirir una de sus habilidades más preciadas: saber adaptarse a las situaciones y conseguir esa multidisciplinariedad tan valiosa en su sector. Sin ponerse ningún límite y con el progreso como lema, reconoce que en la educación está la rentabilidad del futuro.
–El premio supone un reconocimiento a esa trayectoria, pero también pone en valor un proyecto con el que comenzó hace dos años. ¿En qué consiste?
–El Consejo Europeo de Investigación me concedió una Starting Grant y la posibilidad de hacer un proyecto. Son proyectos difíciles de conseguir y muy reconocidos a nivel internacional, y en concreto lo que propongo es intentar desarrollar una impresora chiquitita hecha con ADN y que ‘el papel’, por así decirlo, sea la superficie de nanopartículas. El trabajar con esta escala nos permite interactuar de tú a tú con ciertos tipos de moléculas que son las responsables de muchos mecanismos.
–Hablamos de un desarrollo de materiales inteligentes que se pudieran controlar remotamente, pero, ¿qué podría implicar en las enfermedades que conocemos?
–Ahora, por desgracia todos sabemos cómo los virus infectan y hemos oído hablar por ejemplo de la proteína del SARS-CoV-2, ‘Spyke’. Una cosa fundamental es saber cómo están organizadas espacialmente estas proteínas para saber por qué un virus es más o menos infeccioso, y lo que yo propongo es hacer una impresora que sea capaz de imprimir cosas en la superficie de estos materiales para hacer nanomedicinas que sean más eficientes y, por tanto, más precisas para atacar al virus.
–Habla de proyectos muy difíciles de lograr y accesibles a muy pocas personas. ¿Por qué no se apuesta más por estas ideas?
–Estos proyectos son muy arriesgados pero, si salen adelante, el beneficio que podemos sacar ahí es muy grande. El Consejo Europeo de Investigación financia propuestas realistas pero muy arriesgadas que otro tipo de organismos no se atreven a financiar. Esto no sería solo para el SARS-CoV-2 sino de cara a desarrollar terapias más eficientes, y llevar el fármaco solamente a una zona donde tiene que hacer la actividad con mucha eficiencia. Un ejemplo práctico seria la posibilidad de reducir mucho los efectos secundarios de ciertos tratamientos, como puede ser la quimioterapia.
–Con los amplios beneficios que pueden producir este tipo de proyectos, ¿por qué no se apuesta más por su financiación?
–El problema fundamental es que tenemos la ciencia como un lujo o un gasto en lugar de una inversión. Queremos que dé rendimiento a corto plazo, pero no funciona así. De hecho, una de las razones de que las vacunas para el covid se hayan podido desarrollar en un año en vez de en quince años es porque ya había una ciencia básica en la que ha estado trabajando mucha gente que ha podido guiar el proceso. Esta ciencia básica tiene muy poca financiación porque no se ven los resultados en dos, tres o cinco años, pero puede ser la clave para poder desarrollar algo que a día de hoy no somos capaces de imaginar.
–Habla de que la ciencia es considerada un lujo. ¿Cree que esto podría cambiar si desde la educación se enseñara la importancia de la investigación?
–Sí, de hecho, cada vez hay más programas. Los científicos cada vez estamos más involucrados en actividades de divulgación para acercar la ciencia a todos. Visitas a institutos, colegios, charlas para todo el mundo… Con el fin de presentar qué es la ciencia y que no sea algo tan abstracto. Siempre se puede hacer más, pero el tiempo es el que es. Si esperamos que solo los científicos traten de acercarlo a la ciudadanía es complicado, hace falta querer invertir en ello.
–A menos de un mes para que los jóvenes se presenten a la EBAU, ¿qué les diría a aquellos que quieren matricularse en química como lo hizo usted?
–Es una pregunta complicada. A nivel general, estudies lo que estudies, hay que ir borrando las fronteras y tener la mente abierta. Sobre todo, es importante estudiar algo que te motive porque desde luego vas a pasar muchos años en torno a eso. Intentar formarte lo más posible en temas distintos que te enriquezca mucho como persona, por ejemplo, los dobles grados, me parecen alternativas muy interesantes porque te permiten adentrarte en distintas disciplinas. Pero sobre todo algo que te guste y que te impulse a querer seguir con ello porque las carreras de ciencias son muy sacrificadas.
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