Juan de Padilla nace en Castromocho en 1592. Hijo de Pedro Antón de Padilla y de Teresa Palomato, vecinos de Castromocho. Tuvo dos hermanos, Alonso, que realizó estudios eclesiásticos, y Catalina.
De su origen palentino da cuenta su hijo el bachiller y presbítero del Arzobispado metropolitano de México, Juan de Padilla, en 1672, explicitando que su padre era “natural de Castromocho, obispado de Palencia, Reinos de Castilla y vecino de esta Ciudad, hijo de Pedro de Padilla y Teresa Palomato”.
Desconocemos en qué momento de su vida marcha a la Nueva España, se afinca en México y sí su aprendizaje en el oficio lo realiza en algún taller de Palencia o Valladolid o ya en Indias.
El primer año de referencia documental es 1622, momento en el que solicita, el 6 de junio, arrendamiento de un local para tienda en el nº 17 de la Alcaicería de la capital del Virreinato. El hecho de no figurar en una nómina inédita de plateros de la ciudad de México, fechada el 19 y 20 de noviembre de 1620, nos lleva a deducir que entre estos dos años se estableció como platero, quizás a raíz de su traslado desde España o tras alcanzar la maestría en México.
Desde julio de 1636, posiblemente con mayor prestigio y potencial económico, aparece ya instalado en la calle de San Francisco, dedicada a los plateros desde 1580 por mandato del virrey Martín Enríquez.
Con el paso de los años Juan de Padilla se convirtió en un prestigioso y rico “platero de oro” en la ciudad de México, desplegando una intensísima actividad entre 1622 y 1672, fecha de su fallecimiento como ya hemos indicado más arriba. Preferentemente se dedicó a los negocios y al préstamo de dinero hecho éste habitual entre sus colegas. Así, lo vemos en contacto con Constantino de la Mata (o Mota) (1625), Diego de Meza (1626), Damián de Villavicencio (1633) Hernán Gómez (1634), Matías Ferete (1636) o Lucas de Soto (1637), todos plateros de oro y, a excepción del primero.
En julio de 1636 se estableció en la calle de San Francisco, donde tradicionalmente se emplazaban los plateros de prestigio. Fue en ese momento de auge cuando donó, en 1634, una custodia de plata a la parroquia de San Esteban de su localidad natal, donde su hermano Alonso era beneficiado.
Se trata de una custodia de sol trabajada en plata sobredorada y ornamentada con bellos esmaltes opacos en color azul; mide 69,5 cm. de altura total y el diámetro de su base es de 22 cm. Estilísticamente se define dentro de las pautas del Manierismo. El pie es de planta circular y se sustenta sobre cuatro patitas esféricas aplanadas y en su unión con la pestaña rematan en roleo. El gollete, de perfil convexo, distribuye la decoración en cuatro campos por medio de artesones alargados terminados en volutas y situados en los planos angulares marcados por los soportes. Estas costillas planas que, juegan como elementos a medio camino entre lo estructural y decorativo, sirven para delimitar los temas centrales de la ornamentación: una cartela grabada con cabujón elíptico de esmalte coronado por cabeza de querubín alado (fundido y aplicado). El astil o mango se compone de varios cuerpos y jarrones perfectamente diferenciados entre sí, sobresaliendo por su desarrollo la pieza esférica que, junto al cuello, recibe al viril (caja de cristal con un pequeño cerco de oro o dorado, que encierra la hostia consagrada). En el vástago se insiste en el mismo lenguaje ornamental del pie donde, además de proliferar las asas y costillas fundidas, se reitera el uso de esmaltes ovales enmarcados por tornapuntas incisas y se introduce nuevo tema: una pareja de collarinos de perlas en la base del jarrón y en la culminación del cuello. El sol, de caja sencilla, distribuye sus rayos – alternando los lisos con los flameados- en los cuatro puntos cardinales marcados por cabezas aladas de angelitos. En el colofón, una cruz de brazos romboidales.
En el interior de la base lleva grabada una leyenda nítida que reza así: “ESTE RELICARIO DIO DE LIMOSNA JVAN DE PADILLA, NATURAL, DE LA VILLA, DE CASTROMOCHO, A LA PEROQVIA DE S. ESTEVAN, AÑO, DE 1634“, saliendo de esta manera a la luz el nombre de su donante y el año del obsequio.
Esbozado el perfil de nuestro donante, pasemos a plantear qué posibilidades tenemos de que sea el artífice de la custodia. Como platero de oro, ciertamente, no podía “labrar género alguno de plata, ni tener obrador, ni aparador de ella aunque tenga buenos y entendidos oficiales… salvo si en ambos oficios fuere perito examinado y aprobado por el Veedor, Mayordomo y Diputados” según reza la ordenanza 22ª de las dadas por el virrey Marqués de Cadereyta en 1638. No obstante, con relativa frecuencia se encuentra a estos maestros de oro recibiendo encargos para trabajar la plata y la costumbre generalizada llevó, sin duda, a tener que incidir sobre ello en 1715, en las Ordenanzas del Nobilísimo Arte de la Platería, dictadas por el conde de Moctezuma y de nuevo en 1746 -ahora la ordenanza es la nº 23ª- de las aprobadas por el conde de Fuenclara. Lo cierto es que enmascaraban su “doble” actividad acogiendo en sus obradores a oficiales y plateros de plata que servían de “capa y cubierta de continuar su trato y grangería”.
De cualquier forma no tenemos seguridad de que Juan de Padilla fuera realmente el autor material de la custodia, pero lo lógico es pensar que la labrara en su taller. La gran calidad técnica y artística de la obra, incluidos los esmaltes (éstos solían trabajarlos los plateros de oro), nos aproximan hasta un maestro acostumbrado a labrar joyas y éste muy bien pudo ser Juan de Padilla, el donante de la custodia de Castromocho.
Además del oficio de platero, también se dedicó al préstamo y al comercio de metales preciosos. En 1654 fue nombrado síndico general de la provincia de San Gregorio de Filipinas, territorio con el que comerció posteriormente, vía Acapulco.
Otorgó testamento ante Baltasar Morante en 1672, fundando una Obra Pía destinada a casar doncellas huérfanas, de la que se debía hacerse cargo su hijo, Juan de Padilla, bachiller y presbítero del arzobispado de la Ciudad de México y el Gremio de Plateros de dicha ciudad.
Muere en la ciudad de México (México) en 1672.