Pila bautismal de San Esteban
Foto de la Primera Comunión
Día de su Graduación
Acta firmada por D. Aurelio
Don Aurelio Pablo Antonio de Villarroel y Velasco, nació en la Villa de Castromocho a las seis treinta de la mañana del día 7 de junio de 1889, y fue registrado en la misma Villa a las tres de la tarde del día 9, para ser bautizado el día 13 del mismo mes en la Iglesía Parroquial de San Esteban.
Segundo de los seis hijos nacidos de la unión de Donato de Villarroel y Sergia Velasco, realizó sus primeros estudios en la Escuela Pública de Castromocho, para posteriormente continuarlos en el colegio de jesuitas de la Congregación Mariana de San José de Valladolid.
En el curso de 1906 a 1907 obtuvo el título de bachiller. Se licenció en Derecho en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, en la Universidad Literaria de Valladolid el 21 de Junio del 1913, con la calificación final de la carrera, nota media, SOBRESALIENTE.
Cabe destacar que durante su etapa universitaria, fue el encargado de recibir en la Estación de Vía Estrecha de Castromocho a su Majestad el Rey Alfonso XIII, en el viaje inaugural del ferrocarril que cubría el trayecto Palencia-Villada.
Hombre apasionado de su pueblo, era un gran conocedor de la historia de Castromocho y gustaba de compartirla, aunque no siempre hubo suficientes oídos para escucharla.
Buen cristiano, y no cristiano viejo, era un gran devoto de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles. De esto queda constancia en el articulo publicado en el 20 de Septiembre de 1949, firmado por el sacerdote Florentín Herrero, en el que queda constancia de su devoción y cariño en las siguiente palabras “¿Habéis visto por ventura lectores, los que la conocéis Virgen más hermosa y más bella que la Reina de los Ángeles de Castromocho?”
Gran amante del viajar y las tertulias, el Café Gijón de Madrid, frecuentado por conocidos literatos, era parada obligada en sus viajes a la capital, donde era conocido por su extraordinaria memoria.
Arraigado en su pueblo, desempeñó la labor de abogado junto a su pariente Adolfo Velasco y ejerció como Juez de Paz durante años, hecho constatado en documentos oficiales aún conservados.
De buen corazón, su generosidad era conocida por muchas familias del pueblo a las que tendió su mano en momentos de necesidad, sin pedir nunca nada a cambio.
Aunque no logró conservar para nosotros el puente Romano que tenía Castromocho, sí gano la batalla por la conservación de la lápida de los Inquisidores enterrados en Santa María.
Desencantado en sus últimos años (y no abandonado por su familia) se refugió en la única compañía de sus perros. Siempre rehusó la ayuda familiar y siguió hasta el final con su carácter independiente como demuestra la siguiente afirmación: “Moriré como el Capitán de un barco, con mi nave”.
Falleció en la Semana Santa de 1966 y se encuentra enterrado en el panteón familiar del cementerio de Castromocho.
[Datos proporcionados por Mónica y Luis Frontela]