Durante muchos siglos la Octava del Corpus Christi fue considerada como la segunda fiesta más importante del pueblo después de la Romeria.

Como su nombre indica esta fiesta se celebraba ocho días después de la fiesta de Corpus Christi y los festejos duraban tres días.

Ya la víspera, se adornaba con gran esmero el Altar Mayor para el Santísimo. Al anochecer se tenían comedias, fuegos artificiales, hogueras y repique de campanas.

El jueves, día de la fiesta tal, después de la solemnísima misa celebrada en San Esteban, salía la procesión por las calles del pueblo.

Las calles por donde pasaba se engalanaban con flores y se hacían arcos en distintos puntos del recorrido. Los balcones se adornaban con guirnaldas de flores o preciosos tapetes bordados con motivos eucarísticos.

Posteriormente la procesión empezó a celebrarse por la tarde y por diversas razones, la fiesta empezó a decaer en solemnidad e importancia, aunque los cohetes, los altares y arcos en las calles, así como las hogueras de la víspera han durado hasta hace bien poco.