Obras de construcción del Silo “Viejo”
Silo “Viejo”. Cada año, al final de la cosecha los agricultores tenían que acudir obligatoriamente al silo a vender su grano.
España cuenta con una Red Nacional formada por 672 silos y 277 graneros (paneras), aunque se han perdido algunos de ellos en los últimos años. Se distribuyeron estratégicamente por las principales regiones cerealistas y asociados a nudos de comunicación (ferrocarril, carreteras y algunos puertos).
Silo de “transito” de Córdoba
Castillo y Silo de Arévalo (Avila)
Estructura de un silo
Esquema del interior de los silos de almacenamiento vertical
Con los nuevos métodos empleados en el campo, surgió la necesidad de grandes paneras. Estas paneras modernas se conocen con el nombre de silos o también “catedrales del campo”, ya que destacan por su altura en el paisaje rural.
A pesar de su destino más prosaico (pero no menos importante) y de un aspecto bastante menos espectacular que las catedrales de verdad, también forman parte de nuestro patrimonio, en este caso del industrial agroalimentario; aunque lamentablemente la gran mayoría de ellos están hoy en día olvidados y en desuso.
Castromocho tuvo dos: el Silo “Viejo” y los Silos Nuevos.
El Silo Viejo fue inaugurado en 1954 después de cuatro años de duros trabajos con el nombre de Servicio Nacional del Trigo (SNT)
Tenía una capacidad de 240 vagones (2.400 toneladas) y una altura de 43 metros.
Comenzó con una plantilla de personal encabezada por un Jefe de Almacén (más tarde llamado Jefe del Silo) y cuatro personas más (empleados del almacén). El jefe se llamaba Francisco Román Villaizán popularmente conocido como “el Jefe”. Los primero empleados fueron Mariano Palomino, Mariano Gutiérrez, Facundo Hierro y Luis Gil quien con la temprana edad 17 años ingresó como escribiente. Con el prematuro fallecimiento de Mariano Palomino su puesto fue ocupado por Wenceslao Delgado. Al irse Luis Gil su puesto lo ocupó Manuel Castañeda (Manolín) quien tampoco permaneció muchos años. Por un motivo u otro unos se iban y otros venían de tal forma que siempre había alguna cara nueva que no duraba mucho tiempo.
Con la última reforma de la maquinaria, la capacidad de descarga pasó de 22.000 Kg. a la hora a 60.000 kg.
La nueva cabina de mandos, instalada en 1983, hizo que dos obreros, Facundo y Severino, más el Jefe del silo, se bastasen para que todo funcionase a la perfección. Al fallecer Severino su puesto no fue reemplazado por nadie debido a que la actividad laboral había descendido considerablemente y sólo quedaron al mando de los Silos el Jefe de turno y Facundo que permaneció en él hasta el día de su jubilación.
Un poco de historia
El llamado «problema triguero» afloró en Europa durante el primer tercio del siglo xx, agravado con el conflicto de la Primera Guerra Mundial que llevó a muchos estados a la intervención en los mercados con el objetivo de regular y estabilizar los precios. Situémonos en la España del primer tercio del siglo XX. Unas cosechas de trigo tremendamente variables de un año para otro, el aumento de las tierras dedicadas a este cereal aunque apenas dieran rendimiento y una gran desorganización del mercado del trigo, hacían necesario que el Estado interviniera, estabilizando precios y rentas. Esta situación, denominada como “el problema triguero”, fue objeto de las típicas discusiones políticas sobre lo qué había que hacer, que solo se tradujeron en el tímido intento de los silos cooperativos; pero llegó la Guerra Civil y lo trastocó todo.
En plena contienda civil, en 1937, se crea el Servicio Nacional del Trigo (SNT), cuya misión era comprar la cosecha de trigo a los agricultores, para asegurar el abastecimiento de la población y el mantenimiento de los campesinos. Durante la posguerra (a la que hay que añadir la “pertinaz sequía”) aumenta la precariedad de los miles de pequeños agricultores trigueros, se hace inevitable una mayor intervención estatal. Así, entre 1941 y 1984 el SNT proyecta, construye y consolida la Red Nacional de Silos y Graneros, una enorme infraestructura estatal diseñada por Ingenieros Agrónomos (asesorados por un arquitecto en temas de estética) para recoger el trigo en las zonas productoras y redistribuirlo según las necesidades. Para su construcción se utilizaron los precarios materiales disponibles en la posguerra y se contó con el asesoramiento de ingenieros alemanes.
Los primeros silos que se construyeron fueron los silos de tránsito, preparados para recibir el grano de los silos de recepción y regular el tráfico de grano entre zonas productoras y consumidoras. También servían de almacén para regular los precios entre años de cosechas variables. El silo de Córdoba es un majestuoso ejemplo de este tipo, que actualmente se utiliza para guardar las piezas que no caben en el Museo Arqueológico de Córdoba
También se construyeron silos en los puertos de Málaga y Tenerife. En esta foto se ve como en el de Málaga (actualmente derruido) se transportaba el trigo mediante tubos de succión desde las bodegas del barco a las celdas del silo.
Mientras el sector del trigo y otros cereales funcionó en régimen de monopolio estatal, los sucesivos organismos estatales agrarios se dedicaron a comprar, almacenar y vender cereales, por lo que todos los Silos de la Red eran muy utilizados. Con la incorporación de España en la Comunidad Económica Europea en 1986 se acaba el monopolio de los cereales y la intervención en los mercados pasa a depender totalmente de la legislación Comunitaria y ya no hacen falta tantos silos. Actualmente disponemos de una Red Básica de almacenamiento público compuesta únicamente por 141 unidades, entre silos y graneros.
No todos los silos son iguales
Aunque estos edificios puedan parecer todos iguales, hay una gran diversidad, que hace a la Red de Silos única en el mundo. Y es que, aunque funcionalmente son todos muy parecidos, el aspecto final de los silos varía mucho según su destino, la época de construcción y los materiales utilizados.
Desde la Nacional VI se puede ver el Castillo de Arévalo, que ahí donde lo veis, fue reconvertido en silo en 1953. Se abandonó su uso como silo en 1977 y se ha vuelto a recuperar como castillo. Este forma parte del grupo de silos construidos en edificaciones anteriores.
En una primera etapa los silos se adornaban mucho, para darles la majestuosidad requerida a una obra pública construida por el régimen. Este silo de Ávila es un buen ejemplo.
En una segunda etapa de construcción, a finales de los años cincuenta, se impone el sentido práctico y la economía. Se construyen silos más pequeños dispersos por el territorio proyectados en serie y de aspecto más sobrio. Son los silos típicos que todos conocemos, como los de las fotos de Carbonero el Mayor o Motilla del Palancar.
En la última fase final de la red, en la década de los 70, primaba economía en la construcción y los silos, desnudos y funcionales, se parecen más a los construidos en norteamérica.
Un silo por dentro
Un silo de almacenamiento vertical debía ser capaz de almacenar grano, facilitar las tareas de llenar, vaciar o mover el grano de unas celdas a otras para evitar su fermentación, e incluso la selección de grano como semillas. Para cumplir con su función todos los silos cuentan con una serie de características comunes.
Las celdas de almacenamiento son grandes depósitos verticales adosados entre sí, formando filas. Pueden apreciarse a simple vista o no. Pueden ser de hormigón, ladrillo cerámico o acero.
La torre elevadora aloja en su interior la maquinaria necesaria para elevar el grano desde el foso, donde descargaban el grano los camiones, hasta la galería superior horizontal de reparto. Allí se encontraba la maquinaria que distribuía el grano en las distintas celdas.
Para sacar el grano de las celdas existía una galería inferior donde se encontraba toda la maquinaria que permitía recoger el grano por gravedad, pesarlo y ensacarlo o cargarlo en los camiones.
Muchos silos también cuentan con marquesina en la zona de recepción del grano, para proteger tanto a los agricultores de las inclemencias del tiempo (básicamente sol, recordemos que el trigo se cosecha en verano). Son también muy frecuentes las naves anexas adosadas al silo para realizar tareas de ensacado, selección y guarda de maquinaria.
Situación actual
Aparte de los silos que constituyen la red básica y que están actualmente en uso. La administración central ha ido progresivamente deshaciéndose del resto, “endosándoselos” a Comunidades Autónomas y ayuntamientos. pero aun así, todavía le quedan. Precisamente el pasado 7 de julio, el FEGA (Fondo español de Garantía Agraria, FEGA, perteneciente al Ministerio de Agricultura), subastó 27 silos.
Para evitar el derribo o desaparición de este patrimonio histórico, se han planteado fórmulas de reutilización de estos edificios ofreciéndoles otros usos: museo, teatro, centro de recepción de visitantes, biblioteca, hotel o incluso balneario.