La división de opiniones, con satisfacción y precaución a partes iguales, marca el fin de la obligatoriedad de la mascarilla en el transporte público
Hoy ya no hace falta mascarilla, ¿no?». Fue la pregunta más repetida ayer en el transporte público. Y es que no ha sido hasta el 8 de febrero cuando el Boletín Oficial del Estado (BOE) ha recogido el fin de la obligatoriedad del símbolo de la pandemia, el punto final a prácticamente tres años en los que la mascarilla ha sido obligatoria para poder montar en el transporte público aunque lleva meses sin serlo en la calle, los comercios o los bares.
Entre los usuarios del transporte público, división de opiniones. Por un lado, buena parte de los viajeros siguen optando por llevarla defendiendo que el autobús o el tren es un lugar pequeño y cerrado en el que se va muy cerca de la gente «sin saber lo que tiene el de al lado». Por lo que, por prevención, la mascarilla sigue siendo necesaria para muchos. «Este año está habiendo muchos virus y es mejor prevenir», afirma Pilar García, de 74 años y usuaria habitual de la Línea 1 de Palbus, quien explica que sigue usándola ya que su marido se encuentra delicado de salud y tiene miedo a pegarle cualquier enfermedad.
Por otra parte, alegría. El final de la obligatoriedad de la mascarilla supone también para ellos el final de la pandemia y de lo que ha significado estos meses para la sociedad. Con el fin de esta, también se deja atrás una de las escenas que más se ha repetido en estos meses, la de los viajeros que tenían que irse a comprar una ya que se les había olvidado.
«No se entendía mucho que no fuera obligatoria en ningún sitio y en el autobús sí. Estabas esperando en la parada sin necesidad de ponértela y te obligan para poder entrar. No tenía ningún sentido seguir así», explica la joven Lucía Peña, usuaria de forma diaria de los autobuses urbanos.
«Estoy encantada. Qué alegría, ya era hora», señala Reyes Ortego mientras espera el autobús 3 en la Plaza del León, aunque asegura que siempre suele llevar una mascarilla en el bolso por si tiene que entrar en algún establecimiento en la que sigue siendo obligatoria, como las farmacias.
«Nos ha tocado volvernos más de una vez a comprar una en la farmacia más cercana porque habíamos perdido la costumbre de llevarla y no podíamos montar en el autobús. Eso o que te la dejase alguien. Mucho mejor a partir de ahora, que quien quiera que la siga llevando», señalan los jóvenes Daniel Olmos y Jeremi Muñoz.
La mascarilla también ha dejado de ser obligatoria en las ópticas, centros auditivos y ortopedias, pero seguirá siéndolo en los centros de salud y de atención especializada, hospitales, farmacias y también en los centros de día, tanto por parte de los trabajadores como por las visitas en las zonas compartidas.
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