Perera reaviva el idilio con la afición de Palencia

José María Díaz

3 de septiembre de 2022

El Juli, que recibió un fuerte pisotón en la cadera, y Talavante lograron un trofeo, ante una corrida de Torrealta muy desigual. El Juli no tuvo su tarde. Talavante tuvo que conformarse con un trofeo del tercero.

Miguel Ángel Perera puede presumir de haber ofrecido algunas de sus mejores tardes en el coso palentino de Campos Góticos. Dos indultos en un intervalo de diez años en la misma plaza es algo que muy pocos toreros pueden anotar en su currículum.

Y esto es algo que no se olvida fácilmente, por ello, la presencia de Perera en Palencia siempre tiene un sabor especial, tanto que ayer pudo reeditarse ese idilio que durante años han mantenido el matador pacense con la afición palentina. Sin opciones con el segundo, Perera lo vio claro con el quinto y se desfondó para sacar al toro todo lo que tenía, más incluso, porque le hizo mejor de lo que realmente eran sus condiciones.

Perera, que recibió de forma muy elegante con el capote, puso ya la plaza en pie en el inicio de la faena, con un tanteo de rodillas, que causó el delirio de los aficionados, abiertos ya a entregarse a su torero. Toreó de largo con la derecha y probó con ambas manos, pero pronto el toro comenzó a rajarse y a buscar la querencia, en donde Perera se esforzó por arrancarle los pases en una mínima porción del terreno. Circulares, alternando las manos, sin ayuda. Todo un repertorio que remató con una estocada trasera. Dos orejas que valieron la única Puerta Grande de la tarde. Ante el segundo, aunque se esforzó y alargó la faena, nada pudo hacer ante un animal rajado y sin casta que fue pitado.

El Juli no tuvo su tarde. Una caída en el primero, cuando colocaba el toro ante el caballo, le supuso un buen revolcón y una fuerte pisada en la parte exterior de la cadera, de la que se dolió toda la tarde y le provocó una evidente cojera. Pasó tras matar al animal por la enfermería, pero pudo finalizar la corrida.

No tuvo suerte con el primero, un ejemplar reservón que no permitía hilar los pases. Y en el cuarto se le vio ostensiblemente mermado de facultades, aunque ofreció una faena seria, con una derecha muy larga y vistosa, pero con escaso interés por la izquierda. Bonito final a pies juntos, que le llevó hasta la oreja.

Por su parte, Talavante tuvo que conformarse con un trofeo del tercero, al que supo exprimir desde las primeras verónicas. Tenía buen fondo y pasaba bien al natural, aunque el toro se agotó demasiado pronto y la faena bajó de volumen. Con el sexto, aunque lo intentó, nada pudo hacer. Perdía las manos continuamente e impedía cualquier suerte de toreo.

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