La Mejillonera cumplió ayer 50 años entre música de dulzaina y tamboril, clientes de toda la vida, raciones a buen precio para deleitar a todo tipo de paladares y el complemento de una buena cerveza u otra bebida.
La Mejillonera está de aniversario y ayer cumplió sus bodas de oro entre música de dulzaina y tamboril por la tarde, clientes de toda la vida y raciones a buen precio, para llenar el estómago y deleitar a todo tipo de paladares, y el complemento de una buena cerveza u otra bebida. Atrás quedan jornadas gastronómicas inolvidables que en los últimos 50 años han acompañado a generaciones de palentinos. Todavía desde la ‘Meji’, entre algún grito de algún camarero veterano diciendo aquello de Una de bravas o Escocesa!, este local tradicional de fama nacional elabora y seguirá elaborando con calidad sus patatas bravas, mejillones, pulpo o calamares aderezados con unas salsas de tomate y vinagreta que, décadas después, mantienen el toque especial del dueño y promotor del negocio, Paco Agúndez.
El sello de La Mejillonera, desde que se inauguró en 1973 en el mismo emplazamiento actual -la calle de Los Soldados número 7-, no ha dejado nunca indiferentes a los clientes locales y a los visitantes. Para el recuerdo quedan unas patatas bravas que entonces costaban 12 pesetas (0,07 céntimos de euro), los mejillones 18 pesetas (casi 0,11 céntimos de euro) y la caña de cerveza 5 pesetas (0,03 céntimos).
«La idea de poner el negocio no fue ni de mi familia ni mía. Nos apoyó Javier González, un hostelero de Valladolid con el que nos unía una gran amistad y que tiene dos locales llamados Mejillonera, junto a otros bares en la capital vecina. No era ninguna franquicia y él nos animó a abrir otro establecimiento en Palencia con el mismo nombre que el suyo. Llegó un momento en el que hubo hasta 13 locales repartidos por España con el nombre de Mejillonera y dos no continúan. Las salsas bravas y escocesa fueron creación de Javier, del local de Valladolid, pero cada maestrillo tiene su librillo y, con mi gusto, le dimos un toque distinto que perdura en el tiempo con éxito», explica Paco Agúndez. El propietario del peculiar local nació en Santervás de Campos (Valladolid), pero se siente «un palentino más» y, aunque podría jubilarse, sigue al pie del cañón hasta que el cuerpo y la salud lo permitan.
NEGOCIO FAMILIAR. Pedro, Maruja, y María Jesús -padre, madre y hermana, respectivamente- apoyaron muchos años a Paco Agúndez, fueron sus pilares y, entre todos, han dado lustre a un negocio que es todo un clásico en la hostelería y ha aportado mucho a la ciudad. «El boca a boca se extendió no solo entre oriundos de Palencia, gente con amigos aquí y en los pueblos. En agosto es el mes que más trabajamos y viene gente de todas partes que ha oído hablar de nosotros. Se mantiene la amistas con mucha clientela, pero algunos ya no alternan tanto o han cambiado de hábitos », resume con cierta nostalgia el veterano hostelero.
Por la ‘Meji’ han pasado muchos camareros, buena parte de ellos implicados al máximo en vender a voz en grito sus manjares, y uno de los más antiguos, César, ahora en la cocina, lleva 30 años en el local. «De los que empezaron en la barra ya no queda ninguno. Nuestra plantilla, que ahora forman 12 personas, ha mamado y aprendido lo que aquí se hacía. Empezamos cinco personas, todas muy jóvenes y la barra, que siempre ha sido muy grande, la hacíamos corriendo, no andando. Actualmente, los estilos de trabajo son más pausados y quizás hay una atención más personalizada», afirma evocando el recuerdo de miles de horas. Siempre con buen ambiente, los palentinos seguirán escuchando: Una de bravas, escocesa!
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