Las fiestas de Carnaval finalizan en la capital en una última jornada en la que el cortejo fúnebre, las llamas y la pirotecnia fueron los protagonistas.
De luto e impregnado de irónica tristeza y sollozos, el cortejo fúnebre que desfiló ayer por la columna vertebral de la capital despidió a Don Carnal y, por ende, a las fiestas del Carnaval.
La comitiva, con unos ropajes negros más que justificados para la ocasión, arropó a Doña Sardina, la protagonista de la jornada, antes de su llegada al paseo del Salón para ser quemada. Antes de eso, la plaza de San Pablo acogió el inicio de este último recorrido carnavalero -después de los pasacalles y desfiles a los que se han acostumbrado a ver los palentinos durante estos días-, que atravesó la plaza de León y la calle Mayor hasta llegar al paseo del Salón.
A la cabeza, un vehículo-carroza que marcaba el camino y una batucada que anunciaba la llegada del cortejo, a la vez que ponía un toque musical para el adiós a Don Carnal ante la atenta mirada de los viandantes. Seguido de ella, una de las dos sardinas -la que poco tiempo después iba a convertirse en ceniza- que ayer recorrieron el centro. Portada por cuatro personas, fue exhibida por podo el recorrido.
Una única praliñeda acompañó al séquito, justo detrás de Doña Sardina, con el rostro cubierto y un riguroso luto camuflado entre el ambiente festivo que se respiraba. A la cola del desfile, otra sardina, que tuvo una mejor suerte que la que circulaba unos metros adelante, pues no fue quemada. Detrás de ella y para cerrar el cortejo, los dulzaineros, también vestidos con ropajes negros, complementaron el tinte musical hasta la llegada al paseo del Salón.
Cientos de vecinos se congregaron en el destino del desfile para despedir estas fiestas. La espera antes de que Doña Sardina se convirtiera en fuego y sus llamas simbolizaran el final del Carnaval fue amenizada por un espectáculo en el que la tensión, las sorpresas y las bocas abiertas en señal de asombro fueron los denominadores comunes. Desde espadas en la garganta hasta acrobacias y bailes con hasta cinco antorchas, el show estuvo servido y acompañado por las letanías de Juan Francisco Rojo.
Finalmente, llegó el momento que certificó su adiós este año. Doña Sardina se convirtió en cenizas, en una quema amenizada por la música de los dulzaineros y en la que la pirotecnia estuvo más que presente gracias a los 200 efectos del acto. Asimismola Federación de Asociaciones de Vecinos repartió caldo y sardinas a los asistentes.
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