Juan Miguel Martínez Gabaldón, director general de Gullón, defiende su política de «generar empleo fijo» y apuesta por seguir así.
«Ya sabemos que la galleta, en España, pocas alegrías nos va a dar».
«La solución a los problemas no está en recortar los costes salariales, sino en innovar, quitar costes de producción o automatizar»
«La austeridad, tener una estructura sin grasa, mirar los costes, no endeudarte y reinvertir… el método de la vieja escuela, funciona»
«Si el siglo XV fue el de los descubrimientos, el siglo XXI es el de la salud»
«Para sostener el medio rural, el empleo femenino, los hospitales, las escuelas… la solución es fácil: industrias agroalimentarias»
Galletas Gullón celebra este año su 130 aniversario, al que llega tras haber superado en 2021 los 408 millones de euros de resultados del año anterior. Con una plantilla de más de 1.700 trabajadores y la expansión internacional en su punto de mira, su consejero delegado y director general, Juan Miguel Martínez Gabaldón destaca la apuesta de la galletera palentina por la innovación en productos, así como el compromiso con Aguilar de Campoo.
–¿Cómo ha ido el año? ¿Qué previsión tienen de cierre de 2021 y qué balance se puede hacer de los dos años de pandemia, cómo están con respecto a 2019?
–Ha sido un año raro para el sector de la galleta. Por la pandemia, por la subida de las materias primas y por otros factores. El mercado español ha disminuido un 5,4%, algo que no había ocurrido nunca. Llevaba unos años estancado y ya en 2020, con todos sus altibajos, al final el sector terminó comportándose como antes, con unos números que prácticamente no se movieron. En 2021, el volumen de la galleta ha disminuido y el castañazo ha sido general en una cantidad importante. Despedimos el año con poca alegría aunque nosotros, afortunadamente hemos crecido el 2,7%, con un incremento que ha llegado fundamentalmente de la exportación. En España, el mercado está muy maduro y la población disminuye, se envejece y consume menos. Ya sabemos que la galleta, en España, pocas alegrías nos va a dar. Y los millones de personas que antes venían de turismo y ahora no, también lo notamos.
–¿Cuáles son las expectativas para 2022?
–Creo que va a ser un año mejor. Primero porque 2021 ha sido anómalo. La reactivación económica se va notando, hay menos gente en paro y espero que en la última parte del año llegarán los fondos europeos. También volverá el turismo y, espero, en primavera nos habremos quitado las mascarillas. Las galletas no van a aumentar, pero sí recuperarse del pinchazo del año pasado, que en 2020 se evitó por los confinamientos y el aumento del consumo en los hogares.
–¿Han tenido problemas con las bajas laborales de la sexta ola?
–Hemos tenido tensiones, pero falta de suministros o problemas de fabricación, no. En el principio de la pandemia, a través de nuestra filial italiana íbamos viendo lo que podía pasarnos con una semana y media de antelación, así que nos lo tomamos muy en serio y casi no nos afectó. Pero esta sexta ola de ómicron no hemos podido pararla. Ha sido un tsunami en toda España y, aunque creo que los contagios no se han producido en las fábricas, todo ha terminado por llegar a través de otras vías. Ha habido momentos en que hemos visto mal las cosas, sobre todo durante una semana y media, pero estamos ya en una bajada en picado de los casos. Hemos podido sortearla gracias a nuestros ‘stocks’, así que desde ese punto de vista, ningún problema.
–Con un mercado español estancado, ¿se plantea Gullón aumentar su plantilla?
–Llevamos varios años generando empleo. En los últimos cinco años hemos crecido entre 100 y 105 trabajadores por año. En 2021 hemos dado un paso adelante y transformado 185 puestos en fijos y nos produce mucho orgullo. Ahora acabamos de firmar un convenio a cinco años y en 2022 haremos fijas a 125 personas. Creamos empleo y aumentamos la plantilla indefinida, porque la estabilidad es buena para las familias.
–La reforma laboral, con la supresión del contrato por obra y el favorecimiento del indefinido no tendrá impacto entonces en Gullón…
–Nuestra política es generar empleo fijo y así vamos a seguir. Somos muy inversores y cuando compras una línea de producción, desde que se fabrica hasta que se monta, se pone en marcha y se gana mercado pueden pasar hasta cinco años. Durante este tiempo no puedes hacer fija a la gente. Después, cuando el ritmo de fabricación es más estable, somos partidarios de la estabilidad y así lo entiende nuestro comité de empresa.
-¿Y qué perfiles necesita Gullón? ¿Cualificados? ¿Los encuentran?
–No es fácil. Cuando inviertes, lo haces en tecnología, digitalización, robótica… No es como hace quince años, que comprabas una máquina y en poco tiempo cualquier persona la podía manejar. Hoy en día se necesitan más conocimientos. Necesitamos talento y gente formada, algo que también hacemos de manera interna y de forma continua. Pero en las nuevas incorporaciones no nos queda más remedio que salir fuera a buscar. Por fuera me refiero a Burgos, Palencia, Valladolid… En Aguilar prácticamente no hay paro y necesitamos gente de fuera de la comarca. Como vamos creciendo de forma lenta, eso nos da la oportunidad de que la plantilla pueda optar a los nuevos puestos, desarrollando una carrera profesional.
–¿Persiste entonces el desajuste entre el mundo académico y el empresarial?
–No solo eso. Aguilar tiene siete mil habitantes y Gullón, una plantilla de 1.700 personas. Esto genera unas necesidades, de construcción de viviendas y de servicios, que el pueblo tiene que buscar fuera. Y estamos a 100 kilómetros de Santander, otros 100 de Palencia y 80 de Burgos. Pero esto ya se lo hemos dicho a alcaldes y demás administraciones.
–¿Son de aquí todas las materias primas que utilizan? ¿Cómo les afecta el encarecimiento generalizado?
–Casi todo lo compramos en la zona. Remolacha, trigo, alto oleico, etc. A Castilla y León le sobra tierra y tenemos materia prima de primera calidad. Pero una cosa es la disponibilidad y otra, el precio. Lo que está pasando no lo había visto nunca. Uno puede soportar un incremento de un 3% o un 4%. Pero estamos en un sector de gran consumo, con márgenes muy pequeños, y hay que mover muchos millones de kilos para obtener rentabilidad. Nuestro negocio es así. Lo de ahora es increíble, no hay nada que no haya subido de forma escandalosa: la harina, el 40% y todo lo demás, a dos dígitos. El material auxiliar, los transportes, hasta el 300%. La energía, el 400% y con la inflación en el 6,5%, hay que subir los salarios. En nuestro caso, hemos tenido que pagar los atrasos de la desviación sobre lo previsto. Como tenemos un cuarto de punto más que el IPC, es otro 6,75%. Al final son muchísimos millones de euros. Pero no es un problema solo de Gullón, es a nivel planetario.
–¿Tiembla ahora por haber referenciado la subida de sueldos al IPC?
¬–Siempre lo hemos hecho y estamos orgullosos. Es un coste que no duele. Me parece una política acertada, aunque la inflación suba mucho. Si no somos capaces de absorber los incrementos del IPC, algo estaríamos haciendo mal. No pienso pelear con el comité ni con los trabajadores por esto porque creo que es bueno. Garantiza la paz social, la gente trabaja a gusto y demuestras que la gestión es buena. La solución a los problemas no está en recortar los costes salariales, sino en innovar, quitar costes de producción o automatizar. Si no encuentras otro camino, tiene los pies cortos.
–Su política de reinversión de beneficios y evitar el endeudamiento, ¿es sostenible en este contexto?
–No tenemos problemas en ese sentido. Creemos que nuestra política es la adecuada. En la crisis anterior parecía que si no te endeudabas no gestionabas bien. Pero jamás lo hicimos porque pensamos que si no tienes dinero para invertir, lo que hay que hacer es generarlo. Ahora es lo mismo, la austeridad y sencillez, tener una estructura sin grasa, mirar los costes, no endeudarte y reinvertir, asegurarte de que te van a pagar… lo que se dice el método de la vieja escuela, funciona.
–Otra de las máximas que tiene Gullón en su ADN es la diversificación de productos, la innovación y la apuesta por el producto saludable, ¿sigue teniendo recorrido?
–Tenemos uno de los portfolios más completos del sector de la galleta. Tenemos la ventaja de estar muy focalizados en la galleta y si solo piensas en galletas tienes un campo enorme. Puedes atender al canal Horeca, a los quioscos, al retail, al online, cárceles, hospitales… Llevamos la galleta a cualquier rincón y a cualquier momento de consumo. La galleta saludable es fundamental para nosotros y estamos adentrándonos en terrenos como el de la galleta bio, sin gluten, de fibra, sin colesterol; además de bizcochos, pastas, barquillos o sándwiches. Aspiramos a tener todas las galletas que se puedan producir.
–¿Qué evoluciona mejor, la marca de distribución o la marca de fabricante?
–No diferenciamos. El mercado está ahí y hay que luchar en los lineales. Ahora que el mercado cae, la que menos lo hace es la de distribución. Los que tenemos marca propia hemos caído un poco más. Nosotros apostamos por nuestra marca, la publicitamos y la defendemos. Pero no podemos decir que no a algo que está ahí y que los grupos de distribución están tan interesados en potenciar. En 2021, la marca de distribución ha superado el 60% del mercado.
–¿Se demoniza el azúcar o su sobreutilización? ¿Se polemiza solo para ganar votos?
–Asistimos a un desacierto total. Los políticos no pueden dedicarse a demonizar un producto, entre otras cosas porque la gente sabe perfectamente lo que puede comer y cuánto. Dicho esto, es verdad que a nivel planetario hay un incremento de la demanda de productos saludables que te permiten vivir más años y llegar a la tercera edad con salud. Esto es una realidad aquí y en Taiwán. Si el siglo XV fue el de los descubrimientos, el siglo XXI es el de la salud. La pandemia ha sido otro toque de atención en este sentido. Creo que todo esto va a servir para que Gullón siga ganando. En los años 70 creamos la galleta integral, en 1990 la galleta sin azúcar y ahora todo el bio, de fibra, sin sal… Es el camino adecuado.
–¿Cómo se reparten la ventas?
–La rama más importante es la de las especialidades de placer. Son las que más facturan: las de chocolate, las de indulgencia. Después, la tradicional de desayuno. La saludable no es todavía mayoritaria en el mercado, pero cada día tiene más fuerza.
–Hicieron una oferta por Cerealto Siro, luego retirada por problemas de Competencia. ¿Cómo piensan ahora ganar tamaño?
–Somos una empresa inversora y nuestra voluntad es crecer. El mercado español estaba muy equilibrado y Cerealto es una empresa enorme. Vimos una oportunidad para hacer una gran empresa castellana y leonesa con mucha fuerza en el exterior y fuimos con mucha ilusión. Pero tras hacer una oferta no vinculante, surgió el tema del mercado y no resultó factible. Hubiéramos tenido prácticamente el 100% de las marcas de distribución, superábamos el tope de capacidad productiva y nos tuvimos que descolgar. Tampoco se podía comprar una parte, sino el 100% de la compañía.
–Gullón tiene cinco filiales en el extranjero (Portugal, Estados Unidos, Italia, Francia y Reino Unido), ¿será donde pisen el acelerador entonces?
–Seguiremos con nuestro plan, que estamos cumpliendo. España no crece en población y su mercado, tampoco. Irá disminuyendo. No nos queda más remedio que salir fuera. Y se puede hacer perfectamente desde Aguilar de Campoo. Nuestro producto tiene una caducidad de un año o año y medio y es exportable a cualquier país. De hecho estamos en 120 países. Estamos ampliando la planta de Vida, lo que no quita para que estemos vigilantes y, si sale una oportunidad, la contemplemos. Pero no hay prisa.
–¿Cuál es el punto más lejano del planeta al que han mandado una galleta?
–Más lejos que Australia creo que ya no se puede ir, después ya vuelves a acercarte. Me llaman amigos que han estado en Nepal y las vieron en un puesto callejero que solo vendía Coca Cola, patatas fritas y galletas Gullón. Estamos en Cuba, Sudáfrica, Japón, Estados Unidos… Si pueden pagar, ahí estamos. La relación calidad-precio de Gullón es buena y podemos seguir incrementando nuestro negocio. El continente africano, con 1.200 millones de personas, no tiene industria galletera. Y en Asia-Pacífico se están empezando ahora a montar muchas fábricas porque hay un crecimiento espectacular de consumo. Hay grandes oportunidades.
–¿Qué tiene que decir sobre el problema de la despoblación y la España vaciada un empresario de Aguilar de Campoo?
¬–La juventud de Osorno, de Cervera, de Guardo, de Velilla, de Reinosa… trabajan en Gullón. Un pueblo no se cae si tiene detrás una industria agroalimentaria. Esa es la clave, que no se rompa nadie la cabeza. Para sostener el medio rural, el empleo femenino, los hospitales, las escuelas… la solución es fácil.
–Levantar de cero una empresa en un pueblo no sé si es fácil…
–Ya las tenemos y somos un elemento vertebrador de primera línea. Que no se pierdan las que ya hay. Y para unas y otras, ¿por qué no se dan incentivos fiscales, o se favorece la formación?
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