Las cofradías instalan altares a lo largo del recorrido con inicio y final en la plaza de la Inmaculada para ensalzar el paso con el Santísimo. La Calle Mayor concentró mayor cantidad de público para saludar y fotografiar a los niños con sus trajes de Primera Comunión.
Los pétalos y las cestas adornadas con lazos se entremezclaban este domingo en la capital palentina con las gafas de sol y los teléfonos móviles que inmortalizaban cada segundo de los protagonistas del Corpus Christi, que volvían a vestirse con los trajes de comunión, recién salidos de la tintorería y tan nuevos como el primer día. La Catedral se quedaba pequeña, un año más, para acoger a los recién comulgados durante el mes de mayo junto con familiares y feligreses, que querían escuchar la eucaristía del obispo de Palencia, Manuel Herrero.
Desde las 10:40 horas ya llegaban los niños para sentarse, colocados por parroquias, delante del altar junto a sus catequistas. Las zonas laterales, con las pantallas para poder ver la celebración, se llenaban de sillas de bebé, de gente de pie y del trajín de entrar y salir por la puerta de San Antolín.
Después de la misa llegaba el momento de la procesión, que contó con el sol y con el calor como invitados. Desde la plaza de la Inmaculada llegaron a la iglesia de la Compañía tras recorrer San Marcos y Gil de Fuentes. Los Cuatro Cantones dieron paso a la Calle Mayor, donde más cantidad de público estaba agolpado para saludar y fotografiar a los niños con sus trajes de comunión.
Desde Barrio y Mier se llegó de nuevo hasta la Catedral, aunque la gran cantidad de padres, que se empeñaban en copar la procesión y estar cerca de sus hijos a cada instante, provocó que el carro que transportaba la custodia se retrasara muchos metros con respecto a los niños y que la desorganización primara y ensombreciera la celebración.
El acto terminó antes de que las primeras gotas hicieran que más de uno corriera a resguardarse con la bendición del obispo sobre un escenario delante de la seo, que cumplió 700 años en 2021. «Feliz Día del Corpus, viva Jesús Sacramentado, Viva San Antolín y Viva Palencia», exclamó Manuel Herrero, al que protegían del intenso sol con una sombrilla, para concluir la fiesta del Corpus Christi. Un aplauso generalizado puso el definitivo punto y final.
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