El obispo saliente, Manuel Herrero, ofició dos eucaristías en el cementerio, la segunda en el interior de la capilla por la amenaza de precipitaciones.
Los coches se agolpaban aparcados y en fila buscando aún el hueco libre entre la calle Francia y la avenida de la Comunidad Europea. Pero el movimiento no era solo de automóviles. Viandantes caminaban con paso decidido, aunque muchos se paraban a saludar o a comprar los últimos centros, mientras que el autobús pasaba, siempre con viajeros, cada quince minutos hasta la entrada del cementerio. El trajín era constante. Mayores, pequeños, todos. Se mezclaban las sillas de bebé con las sillas de ruedas. La tradición sigue vigente en el Día de Todos los Santos, donde el recuerdo de los que se fueron está más vivo que nunca. «Nuestras flores expresan cariño y la visita, que es fundamental. Pero, sobre todo, la oración, que culmina hoy en la eucaristía, cuando unimos sus vidas y sus muertes a la de Cristo», señalaba el obispo saliente de Palencia, Manuel Herrero, justo un día después del nombramiento de Mikel Garciandía Goñi como nuevo prelado de la provincia.
Dos misas ofició este miércoles Manuel Herrero. La primera, la de las 12 horas, tuvo lugar en el exterior de la capilla del cementerio, donde las sillas de madera se quedaron cortas y los árboles del fondo servían de respaldo. Los paraguas abiertos se multiplicaron con las primeras gotas de lluvia, pero la eucaristía continuó hasta el final. Eso sí, la que estaba programada para las 13 horas se ofició dentro de la capilla, donde no había sillas ni bancos. Todos los fieles que quisiesen permanecer sentados durante la misma, la siguieron en las sillas de madera desde fuera, ya que la megafonía lo permitió y la lluvia no volvió a obligar a los devotos a resguardarse.
No eran ni las doce y muchos estantes de las floristerías ya estaban completamente vacíos. «Lo siento», le decía Mari Carmen Eguiluz, de Floristería Pétalos, a una persona que preguntaba por flores. «Ya solo me quedan los centros encargados, todo lo demás está vendido», argumentaba. Se había puesto a las 8:45 horas y, aunque a primera hora los clientes se podían contar con los dedos de las manos, luego el goteo había sido constante, similar a años anteriores y más que estos días pasados.
Mera Gómez, de Floristería Mera, también señalaba que el ritmo de ventas había sido similar al del año anterior o el 2021, pero reconocía que este había bajado mucho después de la pandemia y que no se recuperaba. «Aunque llevamos aquí desde las nueve, la venta fuerte ha comenzado a partir de las diez», analizaba.
En la entrada de la capilla del cementerio había dos carteles, uno que señalaba las misas (este jueves, Día de los Difuntos, será a las 12 horas) y la frecuencia del autobús al cementerio desde la plaza de León, con salidas este jueves a las 9, 10, 11, 12, 13, 15, 16, 17, 18 y 19 horas. ‘Que nos veamos en otro sitio’, se escuchaba en distintas conversaciones de conocidos que se encontraban en los pasillos entre las tumbas. Otros, mientras, llevaban varios centros y organizaban la visita con distintas paradas, y varias familias quedaban en la misa de las doce y, al terminar y con los paraguas abiertos, acudían juntos a visitar y rezar a sus seres queridos. La estampa se repetía, incluso se colaba alguna calabaza de algún pequeño, que el día anterior buscó chuches.
«Hoy es el día que reconocemos a jóvenes y mayores, que ahora están para siempre en el reino de Dios», afirmaba el antiguo prelado de Palencia, Manuel Herrero, que no hizo ninguna referencia al nuevo nombramiento o a su nuevo papel de Administrador Apostólico hasta que sea ordenado, previsiblemente el 20 de enero del año que viene en una eucaristía en la Catedral. No solo la lluvia hizo acto de presencia en la celebración religiosa, el viento también apareció por momentos revolviendo el paño litúrgico del altar y hasta haciendo volar algunos papeles que había sobre el mismo.
«Quién no quiere vivir siempre felices, con los que hemos querido en la tierra, familiares, amigos, conocidos», argumentaba Manuel Herrero en su homilía para mostrar a los fieles la finalidad de todo. «Nuestra meta o es una tumba, sepulcro o losa, sino el reino de los cielos. Así lo repite jesús en la Bienaventuranzas y el reino de los cielos es Dios, Dios mismo», sentenciaba.
Tuvo tiempo también, en la eucaristía del Día de Todos los Santos, para pedir el fin de los conflictos armados. «Necesitamos no responder a la violencia con violencia, como tristemente se produce en muchos lugares de la tierra. Los que son misericordiosos y compasivos, los que son transparentes y no tienen segundas intenciones, los que trabajan por la paz, hay mucha gente y necesitamos seguir estas huellas porque son las huellas de Cristo», sentenció Manuel Herrero.
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