La demanda aumenta pese al estigma que arrastra desde 1981 esta herbácea con el envenamiento masivo por aceite adulterado. Su consumo en países como Alemania, Francia, Canadá o Reino Unido es habitual.
La colza es un cultivo cada vez con más peso en Castilla y León. Basta con salir al campo a dar un paseo para comprobar cómo las tierras se han teñido de un vibrante color amarillo. Las perspectivas para esta campaña son optimistas gracias a las últimas lluvias caídas y los agricultores confían en que sea una buena cosecha. De hecho, la colza está a punto de ser recogida.
David Aguayo fue uno de los primeros agricultores palentinos en apostar por esta herbácea natural. «Se creía que la zona del Cerrato no era apta para este cultivo porque no se le creía capaz de sobrevivir a las bajas temperaturas del duro invierno palentino, pero se ha demostrado que se trata de un cultivo en alza y capaz de crecer en casi cualquier tierra, independientemente de su calidad», señala a Ical.
Aguayo apostó por la colza atraído por sus múltiples ventajas pese a que todavía, a día de hoy, sigue estando «demonizada». Aunque han pasado más de 40 años desde el mayor envenenamiento de la historia de España, la colza arrastra todavía una mala y, sobre todo, injusta publicidad, ya que la semilla no fue la culpable de aquella intoxicación. Aquel aceite contenía anilina, una sustancia tóxica y prohibida. Por eso, Aguayo lamenta que, aunque se demostró que el envenenamiento masivo de 1981 se focalizaba en botellas adulteradas, el daño ya estaba hecho y todavía en la actualidad se siguen pagando las consecuencias.
Aunque es prácticamente imposible encontrar una botella de aceite de colza en los lineales de los supermercados españoles, en países como Alemania, Francia, Canadá o Reino Unido su consumo es habitual por tratarse de un aceite barato, rico en Omega 3 y con efecto antiinflamatorio.
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