Un palentino, en Polonia: «Todos nos pedían que les sacásemos de la guerra» El palentino Fernando Abarquero ha conducido su furgoneta hasta la capital de Polonia para alejar de Ucrania a tres mujeres y cuatro niños.
Frutos secos, gazpacho y yogur líquido. Eso llevaban para alimentarse y para beber, sin necesidad de parar más que para ir al baño o tomar un café, ya que la gasolina también la llevaban en garrafas. Eso y más de 1.000 kilos de medicinas y material de abrigo. «Y tuvimos que dejar más de dos toneladas de material en Cangas de Onís, porque no nos cabía más en la furgoneta», señala el palentino Fernando Abarquero Zorrilla, que vive en Cangas de Onís y que viajó hasta Varsovia, la capital de Polonia, junto a Raúl Fernández Rodríguez.
Todo comenzó de repente. Surgió de la nada y llegaron al todo, a traer a España a siete personas y alejarles más de 3.000 kilómetros de la guerra. Fernando es dueño de una empresa de turismo sostenible, Pronatura, y forma parte de una asociación de ecoturismo llamada EcoPicos de Europa, junto a otros siete socios. La madre de Pablo Martino, presidente de dicha asociación, vive en Madrid y es cuidada por una mujer ucraniana, que quería traer a España a sus hijas y a sus nietos. Y así surgió todo.
Los socios comenzaron poniendo dinero para el viaje en avión y traerles a España. Hasta que el palentino dijo: «Voy a por ellas con mi furgoneta», y le preguntó a su amigo Raúl si le acompañaba. Este aceptó al momento estar días sin dormir, conducir por turnos y adentrarse en zonas prácticamente bélicas.
Organizaron una recogida de material y reunieron más de tres toneladas, aunque no pudieron llevarlo todo. El sábado 5 por la mañana se pusieron en marcha desde Cangas de Onís. Las dos familias que iban a recoger, Okasana e Irina, junto con cuatro hijos, ya habían conseguido traspasar la frontera de Ucrania y estaban en Polonia. «Era una gran noticia y nos animaba a seguir», señala Fernando, que pudo localizar a una amiga polaca Ania –que conoció en Asturias, pero ahora vivía en Varsovia– y les ayudó desde allí. Mientras, los compañeros de la asociación, además del apoyo económico para llevar a cabo este viaje, estudiaban por dónde tenían que ir y trataban de ayudarles en la distancia.
Por fin llegaron a casa de Ania la madrugada del lunes, habían conducido más de 3.000 kilómetros en poco más de 36 horas. Cenaron y durmieron cuatro horas antes de ir a conocer a las familias que habían ido a buscar, que les esperaban en un polideportivo a las afueras de la ciudad, convertido en un centro de rápida intervención. «Solo habíamos dormido unas dos horas desde que salimos de Cangas de Onís hasta que llegamos a Varsovia», explica este palentino, que estudió Ciencias Ambientales en León. «Es increíble ver cómo el país, cómo Polonia, se ha volcado para ayudar a sus vecinos», añade.
Cuando entraron en el polideportivo, todas eran Okasana e Irina o, al menos, todas querían serlo. Todos buscaban una forma de huir, de salir del país. «Todos me decían ‘Yo, yo, yo’ o ‘Somos nosotros’. Todos nos pedían que les sacásemos», rememora. Finalmente encontró, gracias a los voluntarios que trabajan en los centros de rápida intervención, a las dos familias que habían ido a buscar.
Después de someterse a dos entrevistas con distintas psicólogas que estaban en el polideportivo y se aseguraban de que no estaban engañando ni raptando a nadie, emprendieron el camino de vuelta. Aunque antes de partir, preguntaron a quién más podían llevar, ya que eran ocho y la furgoneta de Fernando es de nueve plazas. «Era difícil porque no suele haber personas solas, son familias», asegura. Pero, finalmente, vuelve con ellos Valeria, una mujer de unos 30 años que ha perdido a sus padres en la guerra. «Y nos está ayudando mucho porque habla inglés y así podemos comunicarnos con las otras dos familias», explica.
Horas en la frontera
El lunes, por fin, lograron salir de Polonia, tras varias horas de cola en la frontera. «Cuando sales de allí, ya respiras más tranquilo porque ves todo el tiempo camiones de guerra, Policía y ambulancias», reconoce.
Durmieron en Alemania. «Nos han cobrado solo la mitad del alojamiento y nos han invitado a desayunar. Quien no te puede pagar algo, te da un abrazo y las gracias. Alemania está muy volcada con los refugiados ucranianos también», argumenta Fernando. Ayer pernoctaron de camino y esperan llegar a Madrid en un par de días. En la capital de España ya tienen un piso preparado, cerca de donde vive la madre de Okasana e Irina, para que se queden.
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