Felizmente casado desde los 24 años con una mujer «que era muy guapa y lo sigue siendo», es padre de cinco hijos -cuatro mujeres y un hombre-, abuelo de once nietos, con edades entre los 14 y los 37, y bisabuelo de una pequeña de seis meses.
Víctor Alegre Morate nació en Mazariegos en 1940, aunque ha pasado toda su vida en Villamartín de Campos. «Nada más casarse, mis padres se fueron allí, pero mi madre quiso tenerme en la casa de la suya, en Mazariegos, y por eso yo nací ahí. Y he pasado muchos veranos y las fiestas del pueblo en casa de mis abuelos, además de tener parientes, conocidos y amigos, así que me gustan los dos pueblos, pero si tengo que elegir uno, me quedo con Villamartín porque es donde he pasado más tiempo y donde sigo viviendo», explica.
Comunicativo, sociable, chistoso, cantarín, sincero de los que van de frente, aunque no le falte un punto socarrón, Víctor Alegre ha hecho siempre honor a su apellido, pese a la dureza del trabajo y a los muchos avatares de una vida que no ha sido nada fácil.
Intensa, sí, con escaso tiempo para el aburrimiento o la demora, que los ciclos agrícolas marcaban los días, los meses y las estaciones, y pocas veces cómoda. Al menos, hasta que la mecanización se generalizó y la maquinaria mejoró los rendimientos. «He echado muchas, muchísimas horas en el campo y ha sido duro, sobre todo porque empecé siendo un crío, pero estoy orgulloso porque gracias a mi trabajo he podido sacar adelante a mis hermanos primero -era el mayor de cinco y su padre murió cuando él tenía ocho años- y a mi mujer y mis hijos después», asevera.
Y no es que vaya alardeando por ahí de su peripecia vital, parecida a la de otros de su generación, pero es plenamente consciente de que hizo lo que tocaba en aquellos momentos y de que dio buen resultado. Era él quien llevaba el sustento a casa y no lo lamenta en modo alguno, ya que el campo le gustaba y a la familia la quería por encima de todo.
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