La muestra reúne dos series nuevas de la palentina con alguna pieza que ya pudo verse el pasado año en su individual en el Thyssen.
Dice la RAE que la simbiosis es la «asociación de individuos animales o vegetales de diferentes especies, sobre todo si los simbiontes sacan provecho de la vida en común». Simbiosis es precisamente el título de la nueva exposición individual de la artista palentina Marina Núñez, que el pasado sábado abrió sus puertas en la galería madrileña de La Gran, una muestra multiformato, que reúne creaciones en vídeo, impresiones en 2 y 3D, algún dibujo a lápiz e incluso NFTs, con alguna pieza que ya pudo verse el pasado año en su exposición individual en el Thyssen Vanitas y dos series totalmente nuevas.
Según explica, en los ecosistemas de la naturaleza hay una constante pelea por sobrevivir al más puro estilo darwiniano, pero también hay simbiosis. «Los seres humanos sobrevivimos en simbiosis con bacterias sin las cuales no funcionaríamos. En los relatos populares de ciencia ficción siempre que hay una relación con otro organismo, es una unión potencialmente mortal, desde Alien a cualquier otra película, pero la simbiosis también es un mecanismo de vida. Apostar metafóricamente por un mecanismo de cooperación o de enriquecimiento mutuo, en lugar de pensar siempre en la relación con los otros o con lo otro de una manera espeluznante, tiene su propia gracia simbólica», explica en declaraciones a Ical.
Cuestionada sobre por qué los seres humanos se empeñan en vivir de espaldas a la naturaleza, concluye que el interrogante encierra «una pregunta filosófica de fondo» y señala que existe una tradición en la cultura occidental por la cual los seres humanos se sienten como algo separado de la naturaleza, que hace «muy difícil que hayamos podido entender que somos parte de un ecosistema donde no todo es lucha». «No dudamos que en cierto modo somos animales, pero a la vez nos sentimos por encima o separados de la naturaleza, y pensamos en ella en términos de dominio y conquista, con el afán de ordenarla y poseerla», añade. La muestra, que abrió el pasado sábado sus puertas, incluye cinco obras de una serie inédita que ha denominado Envidia, donde apoyándose en grabados botánicos antiguos da forma a bajorrelieves en latón con los que reproduce «manos que imitan a las plantas que tienen al lado y que, a fuerza de voluntad, consiguen que en ellas crezcan hojas, flores y frutos, a la manera que a la Dafne de Bernini le crecían hojas en el cuerpo».
La otra serie nueva, con cuatro piezas, es la que presta su título al conjunto de la muestra, donde representa a mujeres con cráneo y ojos de forma humana, pero cuya piel tiene su propia textura, evocando en cierto modo los mundos vegetal y mineral, como prueban las droseras, unas ávidas plantas carnívoras, que tienen a modo de pestañas. Con esa decisión Núñez cuestiona con ironía el ensayo de Adolf Loss Contra el ornamento, donde la idea generalizada del adorno como algo «frívolo, innecesario y molesto», contrasta con el aspecto fiero que tienen sus personajes femeninos, que «casi parecen guerreras tatuadas».
NFTs, una puerta abierta. Con esta exposición, Marina Núñez se acerca por primera vez al emergente mundo de los NFTs (token no fungibles, según sus siglas en inglés), que son archivos criptográficos digitales basados en la tecnología blockchain, cuyo uso se está extendiendo cada vez más en el mundo del arte.
«La especulación que hay en el mercado de los NFTs es surrealista, se están pagando millonadas por verdaderas birrias. Es una burbuja que terminará estallando, pero sin embargo la forma de venta ofrece una nueva posibilidad tecnológica, un smart contract en el que todas las transacciones quedan reflejadas, que permite que si hay posteriores transacciones y alguien vende un obra tuya que haya comprado, te llegue como artista un tanto por ciento de esa venta, generalmente el 10. Ahora mismo la ley dice que si una obra de un artista se revende te tienen que dar el 1 por ciento, pero ni siquiera se cumple nunca», explica.
En su caso, ha querido introducirse en este mundo después de comprobar cómo en los últimos tiempos le están surgiendo «posibilidades de proyectos» relacionados con esta herramienta. «Quería entender técnicamente qué es, en qué consiste y demás. Abre un nuevo mercado enorme. Hay muchísima gente que no tenía ninguna relación con el arte contemporáneo, ni con la ilustración, ni con el arte digital, que de repente se están fijando en las imágenes como un modo de inversión», detalla. Así, quien se acerque a La Gran las próximas semanas para ver la exposición, y quiera adquirir una de las obras de la serie Simbiosis, tendrá la oportunidad de llevarse un NFT de la pieza elegida, además de la obra impresa.
Desde la galería, dirigida por Pedro Gallego de Lerma, señalan que con este «tímido paso» buscan «tratar de agitar tanto al coleccionista interesado en la obra tradicional que empieza a valorar y sentir interés por otras formas de almacenar y mostrar las obras, como al habitual de los NFTs, poco o nada atraído por el mundo del arte contemporáneo». «Es un sector que ha venido para quedarse, como tantos otros avances socio-tecnológicos, y creemos que su evolución, su relación con el arte contemporáneo de calidad, puede y debe venir de la mano de todos los agentes del sector, desde artistas a comisarios, pasando por las propias galerías o los museos», señala.
Por ello, durante las diez semanas que se mantendrá la exposición, propondrán debates sobre la relación entre obra física y digital, las colecciones y series, la entrada del criptoarte en las colecciones tradicionales, la reivindicación de plataformas sencillas y accesibles, el papel de los museos, y sobre todo, el de las galerías, que también en este nuevo mundo han de seguir promocionando el trabajo de sus artistas.
«Los NFTs, más allá del valor autentificador del encriptado de las imágenes, de la transparencia de las transacciones avaladas por smartcontracts, de las capacidades de distribución y venta de sus plataformas, se están convirtiendo en una herramienta de visibilización, valoración y promoción del arte digital, que es el medio natural de Marina Núñez desde comienzos del siglo», concluyen.
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