La Puebla y San Juanillo han alcanzado este curso 1.335 matrículas, número similar al de 2018. Presencialidad y contacto, puntos destacados de un balance «muy positivo» de la concejalía.
Casi 15 meses después de un cierre forzado por el covid, el ocio activo regresó en junio del año pasado a los centros municipales para mayores ubicados en los barrios de La Puebla y San Juanillo. Lo volvió a hacer, aún con más fuerza, en octubre, cuando arrancaron los cursos organizados por el Ayuntamiento e impartidos por la Universidad Popular de Palencia (UPP), que han recuperado a casi ocho de cada diez usuarios prepandemia. El regreso presencial se ha saldado con 1.335 matrículas, un dato que iguala el de 2018 y que supone el 79% de las 1.691 que había antes de la pandemia.
«En general, el balance es muy positivo», subraya la concejala de Servicios Sociales, Raquel Martín, que incide en la necesidad de recuperar la normalidad presencial que había transmitido el área de mayores tras dos años de parón. «Realizar algunas actividades a través de la vía telemática no era algo que satisficiese a nuestros mayores, por lo que recuperar esta normalidad era algo necesario», comenta. Más allá del conocimiento que los diferentes cursos y clases pueden ofrecerles, estos programas «propician una compenetración entre los usuarios y que sus encuentros y la dinámica que se establece logre cohesionar un grupo».
Ofrecen, en total, 42 propuestas en La Puebla, agrupadas en mantenimiento físico, conocimiento, artística y creatividad; y 36 en San Juanillo, con las mismas áreas, junto a tres opciones trimestrales -dos de informática y una de fotografía-, que se convierten cada año en un telón de fondo para que «la gente se conozca más allá de ellas y surja una interacción muy provechosa».
Y es que, más allá del aprendizaje en diferentes materias que los profesores de la UPP proporcionan, el contacto con sus iguales es «fundamental». Establecer rutinas, dinámicas y la red de apoyo que allí se genera son algunos de los factores que faltaban en casa y cuya ausencia contribuía al aislamiento. «Desde la concejalía de Servicios Sociales estamos contentos de haber logrado el puso habitual sin crisis de contagios y encantados de poder volver a verles en este cierre de curso con un balance muy positivo de asistencia y participación», subraya Martín.
Unas opiniones que comparte la coordinadora de los centros de mayores, Cristina Alves. «Lo más duro que han vivido es la falta de socialización. Muchas personas mayores viven solas y su punto de referencia es el centro, al que vienen a comer y donde se juntan para hacer actividades», destaca. Alves recuerda que, en la reapertura, «estaban como niños pequeños deseando volver». Este sentimiento se ha mantenido durante el curso, pese a que «persiste un poco de miedo». Eso sí, la gente está «muy animada» y el curso próximo «la participación será mayor, apunta María Jesús Prieto, encargada de aulas de mayores en el centro de La Puebla.
Envejecimiento activo. Se conoce como envejecimiento activo al proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas se hacen mayores. «También mejora el bienestar y facilita la participación social, consiguiendo que la persona mayor siga en la sociedad como un ciudadano pleno, con conocimiento y capacidad cognitiva», explica Prieto.
Un proceso a tener en cuenta en una población longeva como la que existe en la región y en la provincia. «Nuestra pirámide poblacional contribuye a que quienes lideramos proyectos hagamos cosas para poner en valor este proceso, que comienza sin darnos cuenta a los 50 años. Además de las actividades que realizamos en conjunto con la UPP a través de centros sociales y de mayores, lo ponemos en marcha con la Fundación San Cebrián, por ejemplo», recuerda la edil de Servicios Sociales.
Dentro de la población mayor de 65 años, hay perfiles muy diferentes. «Tenemos gente recién jubilada con capacidades plenas y otra cercana a los 100. Las necesidades son distintas y cada envejecimiento es único», subraya la coordinadora Cristina Alves. Eso sí, la oferta es tan heterogénea como la demanda y cada persona se apunta a una u otra actividad: «Los muy mayores a gimnasia pasiva o memoria. Los más ágiles, a jotas, por poner un ejemplo», añade.
La persona más longeva de las matriculadas es Milagros Sánchez que, con 98 años, acude a dos talleres. «Es una mujer dinámica, positiva y alegre», asegura Prieto. La sigue Juana Fernández, de 95, que participa en el taller de teatro y tiene «una alegría y una memoria envidiable».
Hay 10 personas con más de 92 años y los cuatro más veteranos acuden a alguno de los centros desde 1997. Más de la mitad de los matriculados este curso lleva más de cuatro años ininterrumpidos en las aulas -salvando el covid-. Además, el 25% de todos son varones. Por dos razones:la población femenina es mayor y «ellos no tienen tan integrado su propio ciudado como ellas».
Lo más demandado. Las actividades más demandadas son las físicas y los talleres de memoria, que los médicos de cabecera aconsejan. También gustan las clases culturales sobre la historia y el patrimonio de la provincia y la comunidad. Los hombres, por ejemplo, prefieren actividades manuales como marquetería. «Unos oficios tradicionales que estamos perdiendo y para los que es difícil encontrar profesores, aunque en algunos cursos los usuarios se autogestionan», concreta Alves.
Quienes repitan de los 875 de La Puebla y los 460 de San Juanillo se encontrarán el próximo curso con una apuesta aún mayor por la tecnología. «La pandemia ha visualizado esa necesidad. Pueden usarla para las gestiones del banco, para comunicarse y para matricularse en cursos», detalla. Un proceso, el de matriculación, que comenzará en el mes de junio para arrancar de nuevo en octubre «una vida normal y de cuidados personales». «La gestión de este curso no ha sido fácil, se optó por arriesgar y apostar y la respuesta, con prudencia, ha sido buena, con muchos socios nuevos pese a las muertes que por desgracia ha habido. Creemos que recuperaremos el pico alcanzado en 2019», avanza Alves. «Queremos que suceda porque estos son unos sitios donde pasar un buen rato, cuidar la salud y pasarlo bien», concluye María Jesús Prieto.
Para la edil de Servicios Sociales, «la previsión es buscar un equilibrio con moderación, sabiendo que algo como el covid puede volver a ocurrir». «Cumpliremos las leyes sanitarias y las recomendaciones de las autoridades. No soy partidaria de relajar más de lo necesario; es más, creo que la prevención es algo bueno», sentencia Raquel Martín.
Labor de la UPP. Desde la Universidad Popular, que colabora en estos programas al proporcionar los educadores, su director, Cándido Abril, celebra el «entusiasmo» de los usuarios. «Dudábamos por las edades, pero nos han dado una lección de compromiso», comenta mientras recuerda que aún quedan por delante las actividades de fin de curso, como una convivencia en el refugio del Monte y la representación de una obra teatral en el Principal.
«Forma parte de nuestro currículum educativo entender la realidad y el respeto a uno mismo y a los demás. Ha sido una escuela de aprendizaje», reconoce Abril en referencia a las restricciones, que no han evitado «volver a vivir juntos». «Era lo fundamental en una educación de personas edultas y, sobre todo, en una ciudad cercana como Palencia, en la que es importante la presencia y la comunicación entre personas de distintas edades y condiciones», explica.
El director de la UPP asegura que se «han plasmado las emociones» a lo largo del curso, especialmente las personas de más edad, «que han pasado de una soledad tremenda a compartir de nuevo con el resto».
«Cuando avanzamos en edad, es fácil perder la movilidad, el contacto y la relación, pero no debe ocurrir. Gusta seguir palpando la vida y eso se hace desde el contacto directo», subraya.
Ahí entra en juego la oferta de la UPP. «El arte les encanta, pero también las actividades físicas y las experiencias en el exterior porque saben que andar y moverse es necesario. Además, el debate y la charla les gusta porque les tomas la palabra y se la das: son personas muy activas que no se dedican a oír, ver y callar», explica.
No es una oferta «a voleo» y todos coinciden en que no se puede dar marcha atrás a la puesta en valor del envejecimiento activo. «Que las administraciones públicas lo tengan en cuenta es fundamental», concluye Cándido Abril.
Los beneficios de las convivencias intergeneracionales. Otro de los programas municipales en los que pueden participar los mayores es el de convivencia intergeneracional con estudiantes universitarios que buscan alojamiento en la ciudad.
«Pese a que técnica y políticamente nos gusta mucho, por desgracia no es un proyecto que tenga gran acogida en ambos grupos de edad», se lamenta la edil de Servicios Sociales, Raquel Martín. Asegura que su área no cejará en el empeño de intentarlo puesto que consideran que son actividades «interesantes». «Ambos grupos pueden beneficiarse de una convivencia diaria: ahorro económico para el joven y compañía para el mayor. En estos programas de intercambio generacional, la sabiduría y los conocimientos de los dos fluyen y son oportunidades que en estos momentos vendrían genial», concluye Martín.
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