Castromocho guarda vestigios de las antiguas fábricas harineras.
El nombre de Castromocho me ha gustado siempre, me parece un atractivo apelativo para un pueblo. Es sonoro, rotundo y como muy de esta tierra. Los estudiosos de la toponimia, esa ciencia que se dedica a investigar en el origen del nombre de los lugares, aseguran que hace referencia a que en el lugar existía un castillo arruinado cuando allí llegaron sus primeros repobladores.
Te acerques por el lado que te acerques, antes de que llegues a entrar en Castromocho siempre te saldrá a recibir un palomar. Esos fortines de adobe y tapial donde todavía encuentran refugio algunos bandos de palomas, pocas o casi ninguna si las comparamos con las que los poblaron en otros tiempos no muy lejanos.
Todavía, cuando se callejea Castromocho, se intuye que fue un pueblo de los que se denominaban ricos. El carácter sobrio y bien estructurado de las fachadas de sus casas, junto con la amplitud de las calles principales que conforman su caserío, nos recuerdan que por ellas se transitaba con grandes carros de varas o violín tiradas por mulas en los que llegaba el trigo que venía a molerse a sus reconocidas fábricas de harinas, y donde hacían parada y fonda las reatas arrieras que subían o bajaban de la Montaña Leonesa. Además, no ha de pasársenos por alto que por él también discurre el Ramal de Campos del conocido Canal de Castilla.
De todo ello aún podemos ver algún vestigio en la fábrica La Harinera de Campos Los Ángeles, cuyo edificio se localiza al otro lado del río Valdeginate y que hoy ejerce de nidal de cigüeñas y cernícalos. Proyectos hubo que intentaron recuperar este bien industrial para usos culturales, como por ejemplo el Museo de la Harina, pero así se quedaron, en bienintencionados proyectos.
Pero que sepa quien desee visitar Castromocho que la villa no anda escasa de otros bienes culturales que mostrar, pues tiene dos soberbios templos dedicados a sus respectivos patrones. Por un lado, veremos la iglesia de torres gemelas San Esteban que se edificó en el siglo XVI, cuyas cubiertas hoy están invadidas por las cigüeñas, y en la que descollan sus dos portadas renacentistas, así como un excelente artesonado en la sacristía.
La otra iglesia, la de Santa María, nos mostrará su antigua torre de cinco cuerpos decrecientes, que se rematan con un chapitel con tejas vidriadas y a la que se une su bella portada plateresca, que se protege con un excelente artesonado mudéjar, muy necesitado de restauración. Si nos animásemos a visitar el templo en su interior, allí veremos una imagen de la Reina de los Ángeles, patrona del pueblo, que se celebra el 2 de agosto y que fue obra de una de las pocas mujeres escultoras barrocas conocida por estas tierras, la riosecana Luisa Ignacia Roldán, más conocida familiarmente como ‘la Roldana’.
Pero insistimos, antes de abandonar Castromocho, recomendamos al viajero que no se le olvide darse una vuelta por los arrabales del pueblo para ver de cerca algunos buenos ejemplares de palomares, una original fuente de zanca al lado del puente que traspone el Valdeginate y la torre del reloj de Castromocho, que algunos estudiosos aseguran ocupa el solar que en otro tiempo ocupara la torre de la fortaleza mocha, que dio nombre al pueblo.
Gonzalo Alcalde Cresco, Norte de Castilla, 7 Marzo 2009.
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