El ciclo comenzó de manera tímida en septiembre y finalizó a principios de este mes sin que haya tenido la sonoridad de otros años. Los machos, muchos menos que en años anteriores, tenían peor cornamenta al ser ejemplares más jóvenes.
Palencia despide la época de celo de los ciervos con una berrea mucho «más floja» que en años anteriores, influenciada en mayor medida por la sequía y la falta de pasto. Un ciclo que comenzó en la Montaña Palentina muy tímidamente a mediados del mes de septiembre y que finalizó el fin de semana del 8 y 9 de octubre.
Minerva Archaga, perteneciente a una empresa de turismo activo ubicada en Cervera de Pisuerga, explica a Ical que la zona de Ruesga suele ser un «espectáculo sonoro», porque los bosques que se encuentran en los entornos del pantano ejercen de altavoz y suena mucho más, pero en esta ocasión no se ha podido escuchar tanto como en años anteriores.
Archaga señala que se ha notado mucho que había menos cantidad de machos. Además, los que se han podido ver tenían «peor cornamenta», ya que estaba «muy poco desarrollada al ser mucho más jóvenes».
A pesar de estas circunstancias, afirma que la afluencia y las visitas se han cifrado de manera similar que en temporadas anteriores, aunque las fotografías no mienten, inmortalizan lo que es, por lo que «no hay ningún ejemplar como los fotografiados en años anteriores en las mismas zonas», recalca a Ical, sobre la juventud de los ejemplares de este año 2022.
Los machos localizan a grupos de hembras, que suelen encontrarse en terrenos de buena alimentación otoñal. Tras ello, marcan a esos grupos con orín o rozándose con los arbustos cercanos para lograr impregnar la zona con el olor de cada macho. De esta forma, consiguen delimitar el pequeño harén que ellos han elegido.
Archaga explica que el ruido de la berrea sirve para «alertar a otros machos de la zona de que son más fuertes que ellos y para evitar que se acerquen a las hembras que ha elegido», aunque, los berridos «se comienzan a contagiar y cada ciervo lo hace de la manera más fuerte que puede para intentar mostrar su poderío al resto».
Intensa lucha
En el momento en el que interfieren dos machos en el mismo territorio se producen «luchas muy intensas con las cuernas, las cuales se pueden prolongar en el tiempo si los dos ejemplares son de similar tamaño». Se trata de un ritual «curioso con el que comienzan a caminar en paralelo mirándose de reojo entre ambos hasta que llega el momento en el que chocan las astas», añade.
Aun así, las hembras «no están siempre receptivas, ya que entran en celo cada diecinueve días durante este periodo». Este es el motivo por el que hay ocasiones que los machos «montan a la primera a las hembras», pero, en otras ocasiones, «no ocurre así y se resisten hasta la llegada del nuevo celo», detalla Minerva Archaga.
El periodo de gestación trasciende ocho meses, y las hembras viven hasta veinte años. Son más longevas que sus compañeros macho, que rondan las trece temporadas, por lo que, a partir del tercer año, ya son adultos y pueden aparearse.
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