Estaciones de servicio, transportistas y agricultores se cuestionan su viabilidad tras el incremento de los carburantes: «Tenemos que elegir entre arruinarnos trabajando o parados»
Para muestra un botón. El 2 de febrero de 2021 el litro de gasóleo agrícola se encontraba a 0,591 euros. Un año después, el 31 de enero de 2022, esa cantidad se ha incrementado en 0,20 euros. Así que esa subida, un coste fijo para muchos sectores, ha terminado por golpear a agricultores, transportistas o taxistas, por ejemplo. Y sobre todo, con un futuro que genera muchas incertidumbres por factores como la guerra en Ucrania.
El precio de los combustibles no ha parado de crecer desde el inicio del año pasado. De una forma paulatina, se ha superado récord tras récord hasta doblarse en un año, obligando a trabajadores que dependen de la gasolina a apretarse un poquito más el cinturón. Pero ese cinto empieza ya a quedarse sin agujeros, como se escenifica en el campo. «En lo que va de año ha aumentado un 20%», expone el coordinador regional de COAG, Lorenzo Rivera, que lanza la pregunta de si «será capaz la agricultura y la ganadería de asumir estos incrementos».
La subida de combustibles se ha entremezclado con la ya denominada «tormenta perfecta» en el campo, con una sequía que amenaza la cosecha de este año. «Está todo paralizado a la espera de las lluvias. Nunca he visto una situación así», continúa Rivera.
Con el barril de brent por encima de los 100 dólares, los transportistas, agricultores y ganaderos se agarran a una esperanza que de momento no atisban. El precio sigue su tendencia alcista y parece no haber encontrado el techo. «Tenemos una industria alimentaria que va por su cuenta. Se repliega en no subir los precios y no cumplir la cadena. Estamos en una incertidumbre continua», recalca el coordinador general de COAG, que ve peligrar algunas de las explotaciones ganaderas de la región.
Un ejemplo de lo que vive el campo se ve en las 50 hectáreas de regadío de David Garrido en La Mudarra. Durante esta semana, ante el aviso de alguna precipitación, se ha decidido a echar nitratos a sus tierras. «La tonelada estaba hace un año en 220 euros y ahora en 640. Prácticamente se ha triplicado», explica Garrido en una clara alusión a que el combustible no es el único problema al que se enfrentan los agricultores.
Porque en ese apartado, calculadora en mano para hacer una de sus estimaciones, Garrido va a pasar de pagar 10.000 a 19.000 euros con tan solo una campaña de diferencia por rellenar los depósitos de su maquinaria agrícola. «A eso se suma la situación climática. No llueve. En 2017 ya vivimos una gran sequía, pero no teníamos otros interrogantes. Muchos riegos dependen del gasóleo o del gas. Así que imagina en qué momentos nos movemos», prosigue el agricultor.
De hecho, la escasez de precipitaciones podría hacer que se declarase el estado de sequía, con prioridad a personas y animales y con un pequeño reguero para el campo.
Entre los transportistas el testimonio varía poco. «Caminamos hacia lo desconocido», manifiesta el presidente de la Asociación Empresarial Palentina de Transportes (Aempatra), Óscar Baños, que no para de repetir la palabra incertidumbre. «Tenemos que elegir entre arruinarnos trabajando o parados», apunta Baños.
Este transportista se ve obligado a renegociar sus precios cada semana y ya no se sorprendería si al día siguiente viera incrementado en otros diez céntimos el precio por litro. «Nuestro coste más importante es el combustible y ese crece diariamente», añade.
Precisamente, Baños gasta una media de 4.000 litros de gasóleo al mes. Así que una subida de 10 céntimos supondría un aumento de 400 euros. «Vamos a caer muchos», añade contrariado. La gran paradoja en el sector se escenifica en los camiones de gas. «Costaban de media 30.000 euros más. Lo vendían como un futuro ecológico y para ahorrar costes. Ahora es absolutamente ruinoso», agrega.
Ahora todos los sectores afectados miran al Gobierno de una forma o de otra. Los transportistas exigen que entre ya la denominada cláusula del combustible que se firmó en diciembre ante una huelga que finalmente se desconvocó.
Precisamente, todos los sectores implicados solicitan la intervención del Estado. Es también el caso de las estaciones de servicio. El auge de los precios ha golpeado también a las gasolineras y estas solicitan que se rebaje el IVA al 10%, como ya sucedió con la luz. «La mitad del precio de un litro son impuestos. Con las subidas que hemos tenido, el Estado ingresaría lo que tiene estimado en los presupuesto si rebajase el IVA y las familias se podrían ahorrar 1.400 euros al año. Vivimos una situación insostenible. Nuestro negocio es de volumen y eso es lo que nos han quitado, porque nuestro margen no supera el 5%. Con esas cantidades tenemos que pagar sueldos, inversiones…», recalca el presidente de la Asociación Regional de Estaciones de Servicio, Lorenzo Colomo.
Estos precios históricos lo volverán a serlo la próxima semana, según adelanta el propio Colomo. Ya no se descarta ver el litro de diésel a 1,70 euros. «Eso ha propiciado que muchos ya hayan llenado el depósito para tener el vehículo parado. Días atrás hemos visto colas en puntos de venta y está claro que ahora no es buen momento para repostar. Los combustibles deberían estar considerados bienes de primera necesidad», añade.
En el otro lado de la balanza de las gasolineras, las de ‘low cost’ intentan aprovechar su momento. Los precios también han subido, pero se ha transformado en un aumento de clientes. «Se nota que ahora tenemos más clientes, aunque estos no entienden estas subidas», explica la empleada de la gasolinera Petroprix en Valladolid Mónica Cortes mientras atiende a Luciano Sánchez.
«Ya era asiduo de este tipo de estaciones y me reafirmo al ver los precios actuales. En menos de un mes ya me he ahorrado 21 euros. Los que utilizamos el vehículo para trabajar lo notamos muchísimo», apunta Luciano tras llenar el depósito.
Con pesimismo también se afronta esta crisis entre los taxistas, sobre todo porque no se vislumbra la luz al final del túnel. «No hay previsión de que esto mejore», agrega el máximo representante del sector en Valladolid, Alberto Romo.
Dan pérdidas, sobre todo con los denominados kilómetros vacíos (cuando vuelven de un servicio) y ahora llenar el depósito cuesta el doble. «Nuestro problema es que no podemos negociar los precios. Ya están establecidas las tarifas y ahora no se pueden subir. «Esperemos que no caiga nadie, aunque muchos ya están negociando con los bancos», continúa.
Testimonio que reafirma Jesús Villacé mientras espera a que le toque su turno en la parada de El Corte Inglés de Zorrilla. Echar gasolina ya le supone 80 euros y no le ha quedado otra que «aflojar la cartera». «Haciendo horas, salen las cuentas. Yo hago una media de once al día», concluye.
«Muchos vecinos han tenido que hacer aportaciones extraordinarias para terminar el invierno»
La crisis energética ha llegado a las comunidades de vecinos de Valladolid. Son muchas, sobre todo las que se calientan con calefacción central, las que han tenido que ajustar sus cuotas mensuales para terminar el invierno al ver cómo los precios se disparaban en los últimos meses. «Muchos vecinos han tenido que hacer aportaciones extraordinarias porque es imposible terminar el invierno con las cuantías que tenían fijadas anteriormente. No daba para cubrir los gastos tras el auge de los precios», explica el presidente de los administradores de fincas, Salvador Díez Lloris.
No solo por el aumento de los combustibles, también de la luz. Todo eso ha afectado directamente a las comunidades de vecinos para cubrir las necesidades de alumbrado, movimiento de aguas, ascensores, garajes… «Los combustibles mayoritarios son el gasóleo C y el gas natural. En un año, el gasóleo se ha duplicado y el gas natural se ha triplicado. La situación es comprometida», continúa Díez Lloris, que invita ya a pensar en el próximo año, pues es previsible que se repita la historia de estos meses.
«Como las expectativas no son buenas, el próximo invierno estaremos parecidos. La situación internacional no nos invita a ser optimistas con una guerra en Ucrania. Invitamos a las comunidades a que exploren la energía fotovoltaica o el aislamiento de fachadas, porque sabemos que la energía más económica es la que no se consume», explica el presidente.
Con unos precios que crecen cada día, Díez Lloris solita también que se haga un poco de colchón para afrontar la crisis del mañana, aunque reconoce que no es fácil para muchas familias. «Mucha gente vive de una pensión muy pequeña. Estamos hablando de multiplicar por tres el coste. El invierno ha sido crudo, pero hemos tenido dos meses de heladas nocturnas. La gente tiene los recursos que tiene y no dispone de más», lamenta el presidente.
Por eso una solución, aunque complicada, es gastar menos energía. «Desde hace muchos años el que no es eficiente energéticamente tiene un problema. Somos dependientes, no generamos toda la energía que consumimos y la compramos. Tenemos que consumir menos y ser más eficaces», afirma el presidente.
De hecho, muchas comunidades empiezan a instalar opciones más económicas para calentar sus hogares. En Valladolid, aunque prácticamente se cuentan con los dedos de la mano, ya se empiezan a ver comunidades con calefacción de ‘pellets’. Es el futuro para evitar que estas crisis golpeen el bolsillo de los ciudadanos. «El precio del ‘pellet’ es nacional y no dependeríamos de otros países como padecemos en la actualidad con la luz o el gas», concluye Díez Lloris.
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