El rey que recordaba los alpes suizos al ver la presa de Ruesga

El Norte de Castilla

28 de agosto de 2023

El embalse de la Montaña Palentina, que cumple un siglo de vida, fue promovida por el palentino Abilio Calderón al ser nombrado director de Obra Pública.

Ruesga es una presa centenaria. Hace justo cien años, en 1923, se terminó su construcción en el norte de Palencia y desde entonces ha sido testigo mudo de lo mucho que ha cambiado la Montaña Palentina en el último siglo. Su aniversario llega en un momento de sequía y restricciones. Los pantanos están más secos de lo habitual y la escasez de precipitaciones pone en riesgo no solo las campañas de riego sino el consumo humano. De hecho, durante este verano han sido constantes los cortes de suministro en muchos municipios de la comunidad.

Ángel Monge trabajó en la presa de Ruesga durante más de 30 años. Ejercía labores de ‘encargado’, pero reconoce que su papel y compromiso con el pantano siempre fue «más allá». Explica que, desde el momento de su construcción, se la consideró como una infraestructura sumamente importante pero dice que eso sigue vigente, y más viendo la evolución de la climatología. «Si en algún momento han tenido sentido los embalses, es ahora. El cambio climático existe, llegarán periodos de sequía terribles y tenemos la necesidad de agua. Si no la guardamos cuando viene, ya no tiene solución», precisa.

Se comenzó a construir en 1914. Se ideó con el propósito de abastecer de agua el Canal de Castilla y para levantarla se necesitaron 40.000 metros cúbicos de hormigón. Estuvo lista en 1923 pero nunca tuvo una inauguración oficial porque, como explica Monge, el embalse se fue llenando poco a poco para ver cómo se comportaba.

Este antiguo trabajador recuerda cómo su construcción fue promovida por el palentino Abilio Calderón que, al ser nombrado director general de Obra Pública, decidió priorizar el proyecto de su tierra. «De no haber sido por eso, no se hubiera construido tan deprisa», explica Monge, que recuerda que la presa no ha sido un testigo pasivo de la historia. «La presa no es un bloque inerte que esté quieto. La presa tiene vida y necesita un control o mantenimiento diario y de eso se encargan sus trabajadores», manifiesta.

El alcalde de Cervera, Jorge Ibáñez, destaca que se trata de la primera presa de la cuenca del Duero y, a partir de ahí, la transformación de una provincia que ya era eminentemente agrícola fue «tremenda». La construcción del pantano trajo consigo la aparición del riego y eso se convierte en el motor de la economía palentina. «Su creación también es la base de una potente industria harinera. La riqueza de la provincia de Palencia no se hubiera entendido sin esta presa», asegura el regidor.

Pese a todo, fue un proyecto con luces y sombras y, como ocurrió en otros muchos puntos de la geografía española, muchas familias tuvieron que abandonar su hogar para que ahí pudiera construirse el embalse. Para Monge, siempre existirá una deuda pendiente con todos ellos. «En mi opinión, a esa gente no se la trató como es debido. El bien común está por encima de unos pocos vecinos, pero a esos pocos hay que tratarlos bien», asegura. Durante sus primeros años de vida se consideraba «un bien para Castilla la Vieja. No se hablaba tanto de lo que podría aportar a la zona como los beneficios que iba a tener para el resto del país», agrega.

El pantano de Ruesga tenía un propósito inicial que era el de abastecer de agua los regadíos de la provincia pero con el paso de los años ha terminado siendo el principal recurso turístico de Palencia. Por eso, el Ayuntamiento de Cervera trabaja en sacar adelante un proyecto que ayude a incentivarlo. Su alcalde explica que se trata de una zona protegida y aboga por «regularlo». «Debemos mantenerlo tal cual lo hemos heredado, pero es importante dotarlo de una serie de servicios», asegura. Y es que, hace años, en los alrededores del embalse había una cafetería y una zona de acampada que desaparecieron y ahora los turistas no encuentran dónde poder acceder a servicios básicos cuando viajan hasta allí.

«Sabemos que es un proyecto ambicioso, pero hay que dar pasos de forma inmediata. Ya hemos mantenido una reunión con la Confederación y ahora necesitamos saber por dónde pasa el futuro del pantano y apostar por ello», asevera Jorge Ibáñez.

De esta forma, se conseguiría impulsar su cara más turística. Un potencial que, al parecer, ya supo ver el entonces rey de España, Alfonso XIII, que fue el primero en aventurar que aquel espacio se convertiría en un lugar visitado por miles de personas. Es una historia que conoce bien Ángel Monge tras tantísimos años trabajando en la presa.

«Lo contó el periodista que le acompañaba cuando conoció el embalse. El rey, al ver tal cantidad de agua embalsada de forma artificial y rodeada de montañas, aseguró en ese momento que le recodaba a los impresionantes lagos suizos», rememora.

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