Las heladas en torno a Semana Santa, las altas temperaturas de marzo y abril y las escasas precipitaciones echan a perder la cebada. La lluvia ha llegado tarde también para las leguminosas.
La lluvia siempre es bienvenida, pero la escasez que marca las precipitaciones caídas este año viene acompañada en estos últimos días de otro apellido, que es tardía. Ha llovido en Palencia, pero de forma insuficiente para que los agricultores puedan estar contentos. Se congratulan, sí, porque las precipitaciones han sido bien recibidas, pero para algunos cultivos ya inútiles, como el cereal y los forrajes.
La lluvia ha llegado tarde también para las leguminosas grano (como las vezas o los guisantes), que en buena parte se han cosechado para forraje para no esperar al grano porque ya se auguraba que no revertiría la situación, y así se ha conseguido un aprovechamiento mayor sembrando en esas parcelas otros cultivos, principalmente girasol. En regadío, los cultivos van salvando la situación, si bien los de final de campaña, como maíz o remolacha están pendientes del agua embalsada para que la campaña de riego pueda prolongarse hasta finales de agosto. Según explica el presidente de Asaja Palencia, José Luis Marcos, las lluvias de los últimos días han permitido frenar el riego y por tanto gastar solamente 1 hectómetro más que en la misma fecha del año pasado (hasta los 103).
Un indicador de que las lluvias apenas han arreglado nada es que son muy pocos (aproximadamente uno de cincuenta) los agricultores que han elevado al alza su previsión de rendimiento en el seguro agrario que tramitan a través de Asaja con respecto al rendimiento que habían contratado inicialmente.
«El daño ya estaba hecho», constata David Tejerina, coordinador provincial de COAG, apuntando que la cosecha de la cebada arrancará en dos o tres semanas pero ya sin posibilidad de que mejore el cultivo. Un poco más optimista es con el trigo, para el que las últimas precipitaciones sí que ayudarán al grano, fundamentalmente más hacia el norte de la provincia de Palencia.
Aunque no se puede hablar de daños cuantiosos, las últimas precipitaciones, con granizo en varios pueblos del Cerrato como Hontoria y con trombas fuertes en La Ojeda, han provocado escorrentías de terreno y han tumbado algunos cultivos. «70 libros en media hora han arrastrado algunas zonas, pero los daños han sido menores, ya que la lluvia es bienvenida siempre que no traiga piedra», afirma Raúl Azpeleta, de la ejecutiva provincial de UPA.
En cuanto a estimaciones de cosecha, con unas perspectivas calamitosas hace un mes y ligeramente mejores, «pero malas», insisten los representantes de las organizaciones agrarias, Raúl Azpeleta apunta a entre 1.500 y 2.000 kilos por hectárea de media, «la mitad que un año normal», lamenta David Tejerina.
No consuela, pero el mal es generalizado. Un 35% del territorio peninsular se encuentra en sequía prolongada, incluso en las zonas de influencia más atlántica como Cantabria. Los valores de humedad en suelo se encuentra una cuarta parte por debajo de niveles normales en la mayor parte del país y se ha registrado entre un 25% y un 75% menos de la precipitación normal a estas alturas del año dependiendo de zonas. «La sequía no es un problema de exclusivo de este año, y ya el año anterior fue el tercero más seco desde que hay registros», explica el técnico de proyectos de la Fundación Global Nature Guillermo Ramírez, quien detalla que esta circunstancia de falta de lluvias coincide con aumento de su torrencialidad. «La sequía ha venido para quedarse y necesitamos medidas de adaptación. Los datos reflejan una nueva normalidad climática consecuencia del cambio climático en la que el descenso de precipitaciones y aumento de la temperatura se hace acompañar de fenómenos extremos que ponen en riesgo nuestra agricultura», asegura.
Este año se prevé en toda España que la cosecha de cereal sufra pérdidas irreversibles en 3,5 millones de hectáreas, el 60% de las explotaciones. En este contexto, resalta el precio medio del agua de riego, que ha aumentado un 15% entre 2017 y 2021.
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