El rendimiento ha sido muy desigual en las variedades estrellas que se cultivan en la comarca. En el caso de la blanca de riñón se ha reducido a los 500 kilos/hectárea y en la pinta ha rondado los 1.000 kg/ha
Las temperaturas por encima de los 30-32ºC afectan muy negativamente a las alubias durante su proceso de crecimiento, hasta el punto que muchas plantas abortaron en la actual campaña. Este condicionante, sumado a la falta de agua – «han pasado sed, sobre todo cuanto más al sur», afirman los productores- ha dejado la producción de este año por debajo de los 30.000 kilos, según las primeras estimaciones.
Más concretamente, la producción se ha reducido en un tercio en el caso de la alubia blanca de riñón y a la mitad en la pinta, las dos variedades estrella de la comarca, según los datos que manejan los agricultores que apuestan por este cultivo autóctono. Así, aseguran que el rendimiento se ha reducido de los 2.000 kilos por hectárea a los 500 kg/ha en el caso de la perla de La Vega y a los 1.000 en las pintas.
Si bien la campaña no fue nada buena, las altas temperaturas sí permitieron que la recolección se realizara de una forma mucho más cómoda para la media docena de productores que mantienen vivas unas 30 hectáreas destinadas a este cultivo. Y es que se dieron los dos factores meteorológicos que mejor vienen en este momento de la cosecha, hizo sol y hubo aire.
LEGUMINOR
Una de las empresas que apuesta por este cultivo tradicional es Leguminor, con sede en Saldaña. Desde allí colocan el 70 por ciento de la distribución fuera de las fronteras palentinas, a destinos como el resto de provincias de Castilla y León, Cantabria, País Vasco, Madrid y Cataluña. «Se nos valora mucho dentro de Palencia, pero también fuera», afirma Luz Mari Miguel, alma máter junto a SabasCalvo de esta compañía cuyos orígenes se remontan al año 1998.
Sus productos estrella son la blanca y la pinta, que son «las variedades de toda la vida y las que mejor funcionan». También ponen en el mercado garbanzo pedrosillano y lenteja pardina.
El suyo es un proceso cien por cien artesano, desde que a primero de septiembre se arrancan las hojas en el campo hasta que se colocan en los lineales de las tiendas y en los restaurantes en sacos de diez kilos, uno y medio. Entre medias, primero se deja secar las plantas, luego se trillan y después llegan a la nave. Allí se calibran, se pesan, se someten a una desinfección biológica y se seleccionan en una mesa densimétrica.
LA VIEJA OLMA
Seis años lleva de andadura La Vieja Olma, cuya base de operaciones se encuentra en la pequeña localidad de Villanueva de los Nabos.
Castilla y León, Andalucía, Comunidad Valenciana y País Vasco son los principales destinos de las alubias que viajan fuera de Palencia, donde se queda la gran parte de su producción. También venden por internert, entre el 5 y el 10 por ciento de la facturación total.
Su gerente, Luis Lorenzo destaca la enorme calidad de las leguminosas de La Vega saldañesa, pese a todos los contratiempos a los que han tenido que hacer frente. «La piel es muy fina y la alubia se deshace en boca», destaca este productor al que, al igual que al resto de sus compañeros, le ha pasado factura la subida de los costes de producción.
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