Los días históricos, por desgracia, no abundan. Por eso eso bueno recordarlos, aunque sea con este sencillo artículo. Tal día como ayer, pero 111 años atrás, Alfonso XIII inauguraba la línea de ferrocarril Palencia-Villalón, una de las cuatro de los Ferrocarriles Secundarios de Castilla. Tras prestar servicio 57 años, fue clausurada a golpe y porrazo.
Ayer, hace 111 años -el 1 de julio de 1912- Alfonso XIII inauguraba la línea de ferrocarril Palencia-Villalón, una de las cuatro de los Ferrocarriles Secundarios de Castilla, clausurados de golpe y porrazo en julio de 1969.
Esta línea, con las de Valladolid a Medina de Rioseco, Rioseco a Villada y Rioseco a Palanquinos, sirvió para tejer la Castilla cerealística con un ferrocarril básico que sumó 226 kilómetros, uniendo 32 estaciones, tres apeaderos y dando trabajo a casi medio millar de ferroviarios. Un tren injustamente olvidado y merecedor de un gran homenaje.
Fue un día histórico para Palencia, pues hasta aquí llegó el Rey Alfonso XIII con toda su comitiva para inaugurar, desde la estación -cuyo edificio sigue ahí injustamente ignorado en Los Jardinillos- una crónica de grandeza de nuestra tierra y de nuestra capital.
NUESTRAS HISTORIAS INFANTILES:
«Corría el 1 de Julio de 1912 cuando Alfonso XIII viajó en un pequeño tren de madera, en su primer viaje por los campos de tierra de Tierra de Campos… Y en los años 40, de postguerra, penurias y hambruna transitaba renqueante, con su singular traqueteo, lento, envuelto por humo y carbonilla, cargado de vida e ilusiones…»
Miguel Delibes, que lo utilizó mucho para sus correrías cinegéticas por los Montes Torozos y Tierra de Campos, se refirió a él: «La creación del Tren Burra supuso una revolución para los transportes, mayor que la traída consigo con el AVE».
Grande fue su importancia. Supuso una revolución, pasando del lento caminar de los carros y del transporte por el Canal de Castilla, a sus 35 kilómetros por hora.
Han pasado los años y Palencia, Valladolid y Tierra de Campos siguen teniendo, sin saldar, una deuda de gratitud con él y varios de sus amigos hemos pensado en hacerle un justo homenaje en la estación de Palencia, para dejar constancia de lo que supuso.
Mi padre, el señor Julián, trabajó en el tren desde muy joven, poniendo traviesas para sus vías, siendo después uno de sus más queridos maquinistas. Me considero un poco hijo del Tren Burra. Seguro que en mi sangre aún tengo restos de su carbonilla. Viví muy unido a las gentes del trenín, para quienes supuso mucha vida y esperanza.
Recuerdo su renqueante arranque, entre abundante humo, que nos envolvía al abrir las ventanas. Y participé de muchas de sus vivencias, como el trasiego de felicidades y tristezas en la recepción y despedida de viajeros en las estaciones. El ver a los que bajaban para coger uvas y hacer otros menesteres, en las legendarias cuestas de La Treinta o Zaratán. O cuando mi padre dejaba caer las briquetas, al paso por las casillas de sus compañeros «para que tuvieran con qué calentarse». Y abrir el agua caliente para que las señoras de los pueblos la recogieran «para lavarse y fregar más a gusto».
Eran largas las paradas en las estaciones, algunas motivadas por la espera de algún viajero rezagado. La amabilidad era otra seña de identidad de aquellos sencillos hombres del tren.
Recuerdo a los rifadores de golosinas y más, por los pasillos de los coches, y el día de Reyes cuando éstos viajaban a bordo por todo su recorrido, en su celebrada Ferrocabalgata, repartiendo juguetes a los hijos de los empleados. Fueron momentos inolvidables.
Hubo un proyecto que pudo ser trascendental para el trenín. Ocurrió en 1942, promovido por Luis, alcalde de Valencia de Don Juan; Carlos Pinilla, gobernador civil de León, y el general Kindelán, ministro del Aire de Franco. Pretendían aprovechar el tramo de vía única, entre Palanquinos y León, que iba a caer en desuso al construirse la doble vía del Tren del Norte entre Palencia y León. Querían unirlo al Hullero, que va de León a Bilbao, y unir el aeródromo de La Virgen del Camino con el de Villanubla. Pero el general se ‘esquinó’ con Franco. Le instaba a dejar el poder a la monarquía, a lo que el caudillo se oponía, y le cesó. El plan se fue al traste.
Tengo grabada aquella sobremesa de un día de julio de 1969, cuando mi madre y yo vimos en el televisor un rótulo: El último viaje del Tren Burra. Llorando contemplamos el reportaje. Plasmaba la clausura del trenín, que tanto había supuesto en nuestras vidas, recordando a mi padre, ya fallecido, que también hubiera sufrido.
Llegado aquí me alegra saber que varios de sus tramos, han sido convertidos en vía verde para ciclistas y andarines. También se planeó hacerlo con el de Rioseco a Palanquinos. ¡Sería fantástico que todo su recorrido, poco a poco, fuera utilizado para estos fines.
Merecen que mencione a los pioneros de estudios sobre nuestro tren: A Julio Martín Aparicio y sus Ferrocarriles Secundarios de Tierra de Campos (tramos palentinos). Y a Godofredo Garabito y su Ferrocarril de Valladolid a Medina de Rioseco (Tren Burra).
Como mención especial merece Wifredo Román e Ignacio Martín por su espléndido -pienso que definitivo- libro Secundarios de Castilla, con tan exhaustivo estudio de su historia, recuerdos y vestigios.
Me hace feliz saber que mi relato ha servido como memoria de la vida, costumbres, hablares y valores de Tierra de Campos, perdidos muchos para desgracia, cultural y ejemplar, de las nuevas generaciones que emergen.
Viajar en el Tren Burra fue inolvidable. Era VIAJAR, con todas sus letras en mayúsculas.
Ahora, envueltos por agradable comodidad, no se viaja, simplemente SE VA en tren.
Por Julián González Prieto, en el Diario Palentino del 2 de Julio de 2023.
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