Reunión amistosa… cafés calentitos… distancias…mascarillas… ¡buen rollo! Y opiniones: Yo comenté que el trabajo del ama de casa es de los pocos que en la mayoría de los casos no deja huella. Mientras los maridos, y algunos hijos, ya mayores, acuden a sus trabajos y dejan su mano de obra entre fábricas, oficinas, laboratorios… en casi todo, las amas de casa, se esmeran en fabricar menús, que después de adquirirlos yendo y viniendo, y de confeccionarlos con el consabido trasiego entre cocinas y fregaderos, son consumidos, como mucho, con algunos parabienes entre el entorno comensal, y punto, allí no hay nada más. porque nada va a prevalecer: Ni el fregado…ni el barrido… ¡nada! Un ama de casa, que haya llevado su hogar sin ayuda doméstica, puede pasar a lo que los optimistas llaman mejor vida, es decir, a desaparecer, sin haber dejado nada para la posteridad, porque todo su trabajo, a veces enorme, habrá sido montones de esfuerzos de quita y pon.
Es así, y sin vuelta de hoja. ¡Que sí, que la satisfacción de que el marido diga que las croquetas están de rechupete, o que nadie hace como tú el bacalao con tomate, compense, en cierta medida….puede ser, aunque sea muy poquito! Pero si piensas que todo aquel condumio ha desaparecido en un pis pas, entre las mandíbulas del entorno de la mesa…y mañana ya nadie se acordará, porque no habrá ni rastro…. Y de nuevo compra… lavadora… y rutina totalmente imperecedera. Y en ciertos casos, y como negra añadidura, todo el trabajo sin prevalencia, se complementa con el maltrato.
Me imagino el estado de algunas mujeres que reciben descalificaciones, desprecios, o se tienen que conformar con la indiferencia, su estado emocional, y a veces unido al cansancio físico, llegará al borde del derrumbe. Los hijos adolescentes, en su mayoría son exigentes: Ropa en su punto… aunque ellos desordenen exigen orden materno en sus papeles… libros… Pues sí, estos y otros comentarios surgieron por mi parte, mezclados con opiniones del entorno, y de pronto, una de las tertulianas dijo: -¡Bueno, majas, tengo que dejaros que ya viene mi hijo a buscarme!-. Y, de pronto, irrumpió en la estancia un mocetón. impresionante. La mujer puso su mano en mi hombro y, entre socarrona y divertida, me dijo: -¡Ya ves que yo sí que dejo huella!-. No tuve más remedio que rendirme a la evidencia, porque… ¡Su hijo es el prototipo de mi hombre ideal!
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